Entre los trabajos presentados al doctor Heriberto Pieter y publicados por nosotros en el 2021, hay uno muy interesante del bachiller Teodoro Díaz, sobre la influencia de la medicina extranjera en nuestro país. Citamos:

“La presencia de médicos extranjeros comenzó con los primeros blancos que pisaron nuestra isla: en el 1er viaje de Colón vino un bachiller: el Maese Juan, que si no tenía título de médico actuaba como tal. A este siguió un médico auténtico: Diego Álvarez Chanca, este era físico de la 2da escuadra de Colón. Siguieron arribando otros, todos ellos de nacionalidad española. Este cortejo de médicos nos trajo la medicina de la Madre Patria que fue la única en prevalecer por mucho tiempo en nuestra tierra. A partir de 1822 comenzó a sentirse ligeramente la influencia de la medicina francesa, pues con la invasión de Boyer nuestra tierra fue salpicada de algunos médicos haitianos, quienes habían hechos sus estudios con médicos galos como patrones. Nuestros médicos para ese entonces, en contacto con los médicos haitianos, asimilaron las enseñanzas de la escuela francesa y llegaron a hacerse más o menos doctos en la curación de enfermedades. Así lo hizo el doctor Pedro Delgado durante los años 1837-1843. Fue una enseñanza práctica, pero que en fin fue beneficiosa a nuestros anteriores galenos, así como al país. Esta influencia siguió en aumento, hasta los días actuales en que ya comienza a filtrarse la influencia de la medicina norteamericana.
Al principio, la influencia francesa nos era traída por médicos extranjeros graduados en París, quienes comenzaron a sembrar en nuestro medio la semilla de tan sabia escuela, la más preponderante de la época; pero más tarde nos fue traída además por nuestros propios compatriotas ellos iban a cursar estudios: unos lo hacían con sus propios recursos y los menos enviados por el Gobierno como fue el dr. Alfonseca quien fue enviado por el presidente González. Tuvo la alta honra de ser el primer médico dominicano a quien cupo el privilegio de graduarse en una universidad francesa: la de París. Arribó a nuestras costas, lleno de merecido orgullo en septiembre del año 1880; siempre se empeñó en hacer saber que era graduado de tan destacada universidad, a pesar de que para esa época nadie lo ignoraba, y firmaba agregándole a su nombre el del Alma Mater en que adquirió sus conocimientos: Dr. Alfonseca de París. A la graduación del dr. Alfonseca siguió una pléyade de dominicanos graduados en París, que se ha continuado a través del tiempo hasta nuestros días. Para la época en que vino el dr. Alfonseca había aquí médicos extranjeros graduados también en París, entre ellos los médicos venezolanos dr. Arvelo y dr. Pietris. Y algunos aseguran que el también venezolano dr. Durán se encontraba ejerciendo, pero sin que pueda asegurarse si fue o no graduado en París.

Entre los médicos dominicanos graduados en París que siguieron al dr. Alfonseca debo mencionar al dr. Francisco Henríquez y Carvajal quien hizo sus estudios en París bajo el patronato del gran maestro de clínica Dielafoi. El dr. Henríquez y Carvajal presentó una brillante tesis sobre el Sarampión, enfermedad ésta de la cual oyó a su maestro hablar casi tres meses. Al dr. Henríquez y Carvajal le cabe el honor de ser citado por el gran maestro Dilafoi en su célebre tratado de Patología. También les cabe el honor junto a los doctores Gautier y Gautreau de ser los primeros en verificar la transfusión sanguínea en el país. Esta fue hecha de cabra a humano, entre otros, en un caso de fiebre tifoidea padecida por la señorita Virginia Ricardo, siendo el aparato transfusor propiedad del dr. Gautier y ayudado el Dr. Henríquez y Carvajal por el dr. Grautreau. A la par de Francia nos venían médicos dominicanos impregnados de conocimientos, en nuestro propio suelo se enfilaban otros en la carrera de galeno tales como: Dr. José Ramón Luna, dr. José de Jesús Brenes, etcétera. No solo la influencia francesa se colaba en nosotros a través de nuestros compatriotas graduados allí, sino que además los venezolanos que he mencionado, de tiempo en tiempo pisaban nuestras tierras, médicos originarios de Francia tales como el dr. Poyet y más anteriormente el dr. Bergés quien era amigo personal del general Imbert y que ejerció aquí en el año 1844.

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