La obra, declarada monumento nacional, fue inaugurada el 21 de enero de 1971 por el expresidente Joaquín Balaguer
Su imponente estructura y llamativos detalles hacen de la Basílica de Nuestra Señora de la Altagracia uno de los referentes arquitectónicos más importantes de la República Dominicana.
Construida por los franceses André-Jacques Dunoyer de Segonzac y Pierre Dupré, esta edificación constituye igualmente el espacio turístico-religioso de mayor preponderancia a nivel nacional, apreciado sobre todo por la carga histórica que envuelve.
Estos arquitectos, de acuerdo con datos históricos de la misma Basílica, fueron elegidos a través de un concurso internacional anunciado en el 1947, que sin embargo se efectuó en el 1949. Estos profesionales del diseño se encontraron con monseñor Eliseo Pérez Sánchez, quien era un entusiasta promotor del proyecto.
“Monseñor Pérez Sánchez puso una simbólica primera piedra el 21 de enero de 1952 en presencia de monseñor Béras, coadjutor del arzobispado de Santo Domingo monseñor Pittini, quien dio la primera palada de tierra en octubre de 1954”, indican escritos de Dunoyer de Segonzac sobre la historia de la Basílica.
El arquitecto apunta que después de la terminación de los trabajos de hormigón armado en marzo de 1960 y una pausa de cinco años, las obras se reanudaron bajo la dirección de monseñor Clarizio, entonces Nuncio Apostólico. La realización del Altar Mayor permitió celebrar los primeros oficios. Las vidrieras, los vitrales y los murales se hicieron posteriormente.
El 12 de octubre de 1971 el gobierno dominicano declaró la Basílica Monumento Nacional y el 17 de octubre el Papa Pablo IV la declaró Basílica Menor. El presidente Joaquín Balaguer fue quien entregó la obra a monseñorJuan Félix Pepén, obispo de Higüey. Al acto asistieron el cardenal Humberto Quintero de Venezuela, el cardenal Miranda de México, así como dieciséis obispos y arzobispos.
De acuerdo con registros históricos, la Basílica fue construida para reemplazar un antiguo santuario, en donde apareció La Altagracia, el cual data de 1572. El dictador Rafael Leónidas Trujillo fue quien la mandó construir en 1954, a instancias de Pepén.
La obra, ubicada en el centro del municipio, está edificada sobre un área de 4,680 metros cuadrados y está diseñada en forma de cruz latina.
Es muy conocida por su arco principal, que se eleva a 80 metros. El interior está constituido por una nave principal cubierto por un conjunto de bóvedas que penetran para reforzarse y escalonarse.
A su entrada, la puerta principal está hecha de bronce con un baño de oro de 24 kilates, además tiene un campanario de 45 campanas hechas de bronce cada una.
“Los pórticos tienen, a pesar de su extensión, un rol moderno. Ellos encierran el monumento al sur, al este, y al norte. Ellos son referencias de escalera poniendo en valor la grandeza y la animación del escalonamiento de las bóvedas”, subraya en el libro “Basílica Nuestra Señora de la Altagracia”, Dunoyer de Segonzac.
Uno de los aspectos más destacados de la Basílica son los vitrales, “elementos arquitectónicos que disminuyen la autonomía pictográfica concedida de manera ordinaria al vitral”.
Fueron diseñados en conjunto con el edificio que las alberga, no una vez hecho el edificio. Las vidrieras, elaborados de 1947 a 1960, son parte de un concepto adoptado por los arquitectos desde el proyecto que presentaron en el concurso y precisado más tarde en función de la necesidad de resistencia al riesgo de huracanes.
Igualmente, los claustros estructuran física y visualmente este espacio. Éstos fueron previstos según dos sistemas
diferentes.
Uno utilizando una lámina de aluminio doblado. Se trata de paneles opacos de hoja de aluminio, perforados de acuerdo a las formas de las piezas de vidrio mantenidas por juntas elastométricas, describe el arquitecto Casimiro Robles. Todas esas piezas fueron elaboradas en Francia, para ser transportadas e instaladas sin alteraciones “in siitu”.
El otro sistema concebido y detallado en la oficina de los arquitectos, se hizo de una red de maderas locales trabajadas puestas en el lugar por una mano de obra local poco preparada.
La instalación de todo esto sucedió del 1965 a 1966. La realización en el lugar se hizo de acuerdo a los planos y diseños generales y detallados de los arquitectos, por Rafael Vargas Mera.
El arquitecto Alex Martínez subraya que la Basílica “es una de las primeras manifestaciones de una arquitectura neo-expresionista en el país”.
Señala que esta obra funge como predecesora de una tendencia arquitectónica que desde un punto de vista formal y experimental, surgiría en el panorama local diez años más tarde con las edificaciones esculturales que integraban cáscaras de hormigón armado y paraboloides hiperbólicos.
Muralismo
El arte también tiene un papel muy importante en esta obra. A diferencias de las vidrieras, ni el proyecto inicial ni los bocetos que le siguieron contenían indicación alguna o predicción, ni siquiera implícita, de los murales.
La idea se concretizó en la puesta en marcha del proyecto después de abril de 1952, fundamentalmente por la presencia en el equipo del proyecto de Andrés Réau, pintor encargado de las maquetas.
Réau se encargó de dibujar los bocetos, buscar las colaboraciones según las orientaciones, para distribuir los registros de las figuras que ilustran los temas clave del Nuevo Testamento.
Uno de los nombre reconocidos en este espacio es el de Vela Zanetti, quien fue nombrado directamente por el Estado en el 1961 como encargado.
Pintó los murales que representan parte de la leyenda de la Altagracia y por otra parte, diversas advocaciones de la Santa Virgen.
“Se dirigió a los arquitectos y pudo de inmediato, apoyándose sobre estos bocetos, respetar el carácter plano de las veladuras y explotar de acuerdo a su propia temática, el predominio de los colores, el principio de los registros y la fuerza del trazado”, dice Dunoyer de Segonzac, quien consideraba que estos murales eran los mejores que Vela haya producido en República Dominicana.
Vela Zanetti mantuvo una tonalidad de color ocre rojo para ambas obras en lugar de diferenciarlas como lo dispuso Réau. Los temas iconológicos fueron definidos para los dos murales por el arzobispo de Santo Domingo, indican registros.
El primero fue el Altagraciano. Tres ángeles, de tres razas, que veneran el naranjo, el punto de la referencia de la aparición. A la izquierda y a la derecha la Virgen y el Cristo rodeados de apóstoles. En las esquinas están los querubines. Más abajo, la Caridad y la Esperanza. Un Ángelo sostiene el modelo del más antiguo santuario de América. Una figura simboliza los aborígenes.
El segundo es el tema Mariano. La Virgen protegida por la figura de Jesús en túnica roja. También está conformada por Ángeles y un grupo de apóstoles. A la izquierda, la Anunciación y la Virgen co-redentora recibiendo la corona de espinas y hacia quien personajes populares enfocan sus miradas. Del otro lado, la Inmaculado Concepción y, más abajo, La Natividad.
Mosaicos y campanario
Los mosaicos de la letanía de la Virgen María son otra de las características más llamativas de la Basílica. El material utilizado es la pasta de vidrio teñido permitiendo las tonalidades y la conservación en el compás de los matices. Las letras de oro sobre fondo escarlata, en el exterior de la pared. Notas de color gris azulado oscuro en el interior de la pared. Las letras se formaron según un alfabeto uncial dibujado por Pierre Dupré, interpretado por artesanos venecianos, tallados y ensambladas las piezas con el diseño general de los arquitectos. El pedido fue a solicitud a Venecia-Murano por el ingeniero Frometa, contratado posteriormente. Otro de los elementos llamativos de este espacio es el campanario y el carrillón, que figuraban en el diseño original. El carrillón tiene 45 campanas en total, considerado el más grande de América. Fue hecho objeto a pedido de monseñor Hugo Polanco Brito, y financiado por una colecta pública. Fue fabricado en Annecy, una comunidad de Francia, por la Latonería Paccard, instalado en 1977, e inaugurado el 15 de agosto a un costo de 177 mil pesos.
Aspecto
La Basílica es una de las primeras manifestaciones de una arquitectura neo-expresionista en la República Dominicana”.