Desde mediados de los años noventa del siglo pasado vienen celebrándose las Cumbres de las Américas, que reúnen a los jefes de Estado y de Gobierno de los países del continente americano. Nacieron en el marco de la post Guerra Fría como un foro promovido por Estados Unidos para construir una coalición hemisférica con los países democráticos, impulsando procesos de cooperación y coordinación política y hasta cierto punto fue una manera de replantear, la relación regional una vez consolidadas las transiciones a la democracia, acabados los conflictos centroamericanos y finalizada la pugna EEUU-URSS.

La primera tuvo lugar en Miami en 1994 siendo su anfitrión el entonces presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, a la que siguieron a lo largo de las casi tres décadas transcurridas desde entonces, otras siete más en diversos países del continente: Chile (1998), Québec (Canadá, 2001), Mar del Plata (Argentina, 2005), Puerto España (Trinidad y Tobago, 2009), Cartagena de Indias (Colombia, 2012), Panamá (2015) y Lima (Perú, 2018).

La novena edición se acaba de celebrar del 6 al 10 de junio en la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos con el lema “Construyendo un futuro sostenible, resiliente y equitativo”. Se desarrolló en un contexto histórico distinto a las ediciones anteriores y donde las dudas sobre la participación de varios mandatarios y la exclusión de países, coincidió con elementos coyunturales y cambios de más largo plazo en el escenario regional y global. La pandemia del COVID-19 –que pospuso un año la reunión– y la invasión de Ucrania por parte de Rusia, así como la influencia cada vez mayor de China han acelerado la transformación geopolítica internacional.

El camino a este encuentro continental estuvo precedido por una tensión que evidenció la fragmentación política de los países del Caribe y América Latina. Entre esas tensiones políticas previas, la atención estuvo principalmente enfocada en la exclusión de Nicaragua, Venezuela y Cuba (país este último que había participado en la anterior cumbre de Lima (2018) y los dos primeros en las anteriores).

La exclusión de estos países –criticados por Estados Unidos por la falta de espacios democráticos y la situación de los derechos humanos– provocó un avispero político que se expresó en dos posiciones políticas. Por un lado, los que se posicionaron sin reservas a favor de la participación en el evento como Colombia (recientemente reconocido por EEUU como un aliado estratégico extra OTAN) y otros países de la región y por otro aquellos países que criticaron la exclusión y condicionaron su participación. México, Honduras y el bloque de 14 naciones del Caribe al igual que Bolivia pusieron en duda su asistencia si se excluía a esos países, que según Estados Unidos incumplen la Carta Democrática Interamericana. Los países de la Comunidad del Caribe (CARICOM) llegaron advertir en varias ocasiones la posibilidad de un boicot.

Sin embargo, el despliegue diplomático de Washington, con enviados especiales y los gestos hacia Cuba y Venezuela consiguieron que la mayoría de países del CARICOM variaran su inicial posición negativa y participaran en la Cumbre. A pesar del esfuerzo de Estados Unidos, algunos países cumplieron sus promesas y sus presidentes no participaron. Tanto el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, como la hondureña, Xiomara Castro, no asistieron y estuvieron representados por sus cancilleres Marcelo Ebrard y Eduardo Enrique Reina, respectivamente. Tampoco participó Luis Arce presidente de Bolivia y por otras razones, no asistieron Nayib Bukele de El Salvador, Alejandro Giammattei de Guatemala y Luis Lacalle Pou de Uruguay, quienes estuvieron representados por sus ministros de Relaciones Exteriores.

Durante la Cumbre de las Américas el llamado a la unidad sobre todo de parte de Estados Unidos fue constante, aunque la atmósfera generada por las tensiones previas fue palpable. Durante su participación, el canciller mexicano, Marcelo Ebrard, lanzó fuertes críticas a la ausencia de otros países de la región, cuestionando duramente el accionar de la OEA y pidiendo la remoción de la Secretaría General. Por su parte el primer ministro de Belice y presidente de turno de CARICOM, John Briceño, definió como “incomprensible e imperdonable” la decisión de Washington de no invitar a Venezuela y Cuba y consideró que “el bloqueo ilegal contra Cuba era una afrenta contra la humanidad”. Fuera del Caribe, uno de los más crítico contra la ausencia de Cuba, Venezuela y Nicaragua fue Alberto Fernández, que encabeza la Presidencia Pro Témpore de la CELAC quien enfatizó las consecuencias de las relaciones asimétricas entre países centrales y periféricos, destacó el sufrimiento de los pueblos de Cuba y Venezuela por los bloqueos impuestos y convocó a la reconstrucción del multilateralismo y la integración, cuestionando abiertamente el accionar de la OEA.

A pesar de las ausencias de algunos líderes caribeños y latinoamericanos y las críticas de algunos países, se abordaron temas concernientes a las áreas económicas, sociales y políticas de América como la inclusión social, la recuperación económica, el cambio climático y la democracia. El encuentro se cerró con la firma de la “Declaración de Los Ángeles sobre Migración y Protección”. El documento sirvió para dar una cierta señal de avance entre los países que firmaron, aunque no toda la región lo respaldó. La declaración cosechó el apoyo de Argentina, Barbados, Belice, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras, Jamaica, México, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y el país anfitrión de la cumbre, Estados Unidos. Algunos países del Caribe optaron por retener su respaldo, incluyendo la República Dominicana. La declaración se enfocó en los temas de la estabilidad y asistencia para las comunidades; la ampliación de las vías legales; gestión humana de la migración; y la respuesta coordinada ante emergencias.

El encuentro continental se desarrolló con la expectativa de Estados Unidos de reforzar el papel hemisférico y la cooperación, establecer nuevas alianzas y contener su pérdida de influencia en una región que ha sido su zona de influencia tradicional y donde China cada vez más gana peso. Además de la declaración sobre migración ¿Cuáles resultados dejó esta novena edición de la Cumbre de las Américas? ¿Se fortalecen o se diluyen los esfuerzos de cooperación e integración? ¿Fueron o serán fructíferos los esfuerzos de Estados Unidos por acercarse a la región? ¿Se perdió una oportunidad de acercamiento entre Washington y los países que no fueron invitados al encuentro? Lo analizamos en el próximo artículo.


Connected Worlds: The Caribbean, Origin of Modern World. “This project has received funding from the European Union´s Horizon 2020 research and innovation programme under the Marie Sklodowska Curie grant agreement Nº 823846. Dirigido por Consuelo Naranjo Orovio desde el Instituto de Historia-CSIC”.

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