Los trabajos de Brueghel se dieron a conocer gracias a los grabados de Hieronimus Cock para quien trabajó

Hay dos obras de arte que guardan una cierta similitud: “le misanthrope”, anteriormente conocida como “l’heresie” (la herejía) de Pieter Brueghel y, “El Alquimista” de David Terniers. Ambas semejan monjes de claustro o convento y casi son de una misma época, pintadas en Los Países Bajos.

En ese tiempo, y hasta hace muy poco, los artistas visuales se preocupaban por graficar o representar en pinturas ideas y conceptos, fuera para criticarlas o reforzar su admiración. Y “hasta hace poco” porque la introducción, a “la cañona” de la figura enferma del curador “naringonea” a los artistas jóvenes por los senderos de los caprichos y la curaduría disfrazada de “arte contemporáneo”. Decía Chuing Jang que detrás de cada crítico y curador, existe un artista frustrado. Pero como lo dijo en chino y hay pocas traducciones, apenas se conoce esa máxima. Suerte que Avelina también lo ha dicho… aunque en mexicanooo.

Brueghel, que vivió después de que Colón vino a América, junto a Jan Van Eyck, Rubens y Jheronimus Bosch, es el pintor “más gracioso” e interesante de su momento. Se dedicó a la pintura siendo un simple campesino de un pueblito de Holanda cercano a Breda que es donde se rinden los holandeses a los españoles, como quedó grabado por siempre en el famoso cuadro de Velázquez, “La Rendición de Breda”.

Su admiración por el pintor y arquitecto Pieter Coecke Van Aelst lo inspiró a la pintura, aunque ya venía atraído por Jheronimus Bosch.

“El Jardín de las Delicias” se le quedó grabado como los libros de caballería al Quijote.

Ambos tenían cosas que decir con sus pinturas y nadie le dijo nunca lo que tenían que pintar, por suerte.
Bosch (1450-1516) se destacó por sus figuras fantásticas, el protagonismo de “La Muerte”, la tragedia, el miedo inspirado en las cuestiones religiosas, el “sueño de Dios”, el pesimismo y pesadumbre de la vida, el calvario y el respeto a los representantes del Todopoderoso sobre la Tierra. “El Juicio Final” es un buen ejemplo.

Pero “Pedro el gracioso”, como le decían los campesinos a Pieter, solo pintaba la alegría, los juegos de niños, las fiestas, el optimismo…

Por eso “La Misantropía” es un aparte y logró pintar la amargura y odio a la humanidad, como una denuncia. Quiso, quizás, dejar bien claro la diferencia entre un “misántropo” y un “filántropo” que es su opuesto. El misántropo es maldad, odio, es sangrú, agallú, ventajú, tacaño, cruel, psicópata, machista, misógino, envidioso, allantoso, quisquilloso, desconsiderado, mal educado, grosero, vicioso, insoportable, se cree el ombligo del mundo, habla solo de él y sus “hazañas” y dolencias; es mentiroso, infiel, traidor, venenoso, necio, detesta los niños y los animales, es pesimista…

El filántropo es bondad, es servicial, alegre, amistoso, sincero, fiel a sus ideas y principios, a sus amigos, su familia; ama la vida, los niños, animales; colabora con la comunidad, gusta del deporte, se alegra del éxito ajeno, no se rinde, es optimista…

En esta obra de Brueghel, excepcional por el tema, se capta con exactitud esa descripción.

La obra es de formato cuadrado con una “maría luisa” redonda con la siguiente inscripción:

Om dat de werelt is soe ongetru dar di gha oc om dem ri (como el mundo es pérfido, voy de luto) Podría interpretarse que, como el “mundo no se le pone a sus pies”, él va vestido de verdugo más que de luto.

Se conoce un poco de la vida de Brueghel gracias a una biografía de 1606 por un tal Karen Van Mander, que lo describe como un personaje juguetón, de risa fácil, sin maldad y mejor convivencia. Su buen matrimonio con Mayken, la hija del Pieter Coecke, le dio el equilibrio sano y psíquico para disfrutar de la vida y pintar a su gusto las famosas 45 obras que dejó. ¡¿Pero solo 45?! Sí, solo que cada cuadro equivale a 50 por la cantidad de personajes que lo componen y por los grandes formatos.

Se le conoce como “Brueghel el viejo” porque su hijo lleva su nombre con el sufijo “el joven”.

Tanto Pieter como Jan, los hijos, se dedicaron a la pintura. Pieter duró mucho tiempo realizando copias de las obras de su padre lo que le dio un gran conocimiento de la técnica y la composición. Cuando se decidió a hacer su propia obra pareciera una extensión, una continuación de la que hizo su padre, como lo atestigua “El abogado del pueblo”, “El Alquimista” y otra “Boda campesina”.

Los trabajos de Brueghel se dieron a conocer gracias a los grabados de Hieronimus Cock para quien trabajó.

De todas las actividades comunitarias participaba activamente captando los gestos, vestuarios y otros detalles que incluía y enriquecían sus trabajos.

Como Brueghel, sin crear una corriente específica, trabajaron en la misma línea la mexicana Remedios Varo, Leonor Carrington, Yue Minjun, Zhang Xiaogang, Zung Fanzhi, Peng Wan Ts… todos artistas creativos (redundancia) que ampliaron el horizonte del mundo del arte real.

“El Misántropo” de Brueghel parece recorrer el mundo escondido dentro de él mismo, al acecho para atacar.

De esa visión oscura del mundo Brueghel se zafó quizás también por la amistad con otros artistas y científicos que “cogían la vida vainosamente” y no tan seria. Total, le dijo el payaso al abogado, todos estamos condenados.

Se le quiso encasillar en “la pintura cómica” como corriente que no existía hasta que él expuso el lado humano de la vida, de sus campesinos.

Aunque conocía muy bien la técnica del retrato, no le dedicó ningún esfuerzo para representar “gente importante” e individualmente para adornar, más que los salones de sus casas, iluminar el orgullo de sus vanidades. La inmortalidad de un retrato recae más sobre el pintor que en el modelo. ¿A quién le importa que la Mona Lisa fuera la concubina de Fulano o la mujer del comerciante Mengano? Pero una cosa no se puede obviar: la maestría del maestro, la obra en sí.

Cuando la isla de Santo Domingo tenía su 10° gobernador español, un tal Antonio Mejía, Brueghel se despidió del paisaje terrícola holandés en el 1569, a una edad temprana si aceptamos las fechas de su nacimiento entre 1525 y 1630.

La mayoría de su obra está en Viena, lo que constituye un tesoro nacional y de la humanidad. l

Consideración
Pero “Pedro el gracioso”, como le decían los campesinos a Pieter, solo pintaba la alegría, los juegos de niños, las fiestas, el optimismo…”.

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