A Ken Kesey se le detuvo el tiempo al entrar a trabajar en el psiquiátrico de Menlo Park en California cuando fue enfermero nocturno, al ver las atrocidades practicadas a los pacientes que le patinaba el coco. A muchos de ellos les hacían una operación maldita supuestamente para sanarlo, la lobotomía, que consiste en cortarle un pedazo del cerebro donde ”se aloja lo que provoca la violencia” y el medidor del tiempo. De manera que un loco lobotomizado, aparte de “ser pacífico”, o sea vegetálico, y no saber nunca más quién es, tampoco entiende nada del tiempo. ¿Pero qué tiempo?

Uno de los grandes misterios del ser humano es el concepto de tiempo. No como lo resuelve la Física con su formulita de TIEMPO = DISTANCIA/VELOCIDAD. No, el tiempo como quería encontrarlo Stephen Hawking y que expuso en su libro HISTORIA DEL TIEMPO, tan complicado que tuvo que escribir una versión simplificada: BREVÍSIMA HISTORIA DEL TIEMPO. Desde el Big Bang, los agujeros negros, etc. donde se pregunta ¿hay un inicio y un final en el tiempo? Y falla Hawking al dudar de lo infinito del universo.

Tampoco es el mismo concepto de medirlo con la rotación de la tierra y creerse que si rotara al revés, como hizo Supermán, en vez de envejecer decreciéramos hasta el estado de espermatozoide. Pero no, es ese tiempo que nos pasa por la cara cuando sentimos los días desfilar y sabemos que mañana será igual si no hacemos una locura que rompa la rutina y que los diferencie. Solo el cerebro humano puede captarlo en su evolución porque los animales están programados, genéticamente, para procurarse la alimentación, sobrevivir y ya. En el loco, el tiempo no existe.

Erich Fromm planteaba la gran angustia del ser humano en el momento que se daba cuenta que su tiempo se acababa e iniciaba un último período solo pensando en la muerte. Es ahí donde le recorta las alas al cucú y lo convierte en un fucú prisionero de una obsesión.

Y a Ken Kesey le impactó tanto el maltrato a los locos de Padleton, Oregon, que escribió un libro en el 1962, que no tenía nada que ver con el que escribió Zaglul, porque los suyos no llegaban a 500. De sus anotaciones eligió un grupito que sirvieron para revivir los horrorosos momentos de lo que sus ojos fueron testigo.

Miloš Forman pudo detener el reloj en el momento en que ese grupito, que Kesey describe en su libro, se quedara para siempre en la memoria del cine.

La crueldad de la enfermera Ratched que al parecer inspiró a Don Mancini para realizar su serie macabra de la muñeca Chucky, conforma una trilogía completada con Janis Karpinski, directora de la cárcel de Abu Ghraib, Irak. El mismo perfil, la misma mirada, la misma maldad.

¿Y cómo Miloš Forman detuvo el tiempo? Con la filmación y con el encierro en un espacio en el que el tiempo es estático porque la cámara, sea para vista fija o móvil, es el único aparato que congela en seco el tiempo con mayor precisión que los retratos pintados al óleo que venían “inmortalizando” a personalidades antes de que apareciera el mágico instrumento de Joseph Nicéphore Niépce de 1822, fecha que coincide con la ocupación haitiana en nuestro país.

La conversión en comedia del lado oscuro y trágico del manicomio provoca una activación del otro mecanismo que poseemos para detener el tiempo: la memoria. “El vuelo sobre el nido del cucú” es una perfecta tragicomedia inolvidable.

La conjugación de elementos, actuación, dirección, contenido, música, fotografía, realizados con tal maestría, no solo produce un enorme placer en el espectador, sino que lo fija en su memoria. ¿Acaso no es la memoria la que nos presenta las antiguas casas, edificios, personas idas caminando, árboles que ya no están, cuando deambulamos por esos espacios maltratados por unos supuestos “patrimonios culturales” para revivirlos como si hiciéramos un viaje al pasado? Esta película es de 1975 y tiene la misma vigencia que cuando se inauguró el 19 de noviembre.

Jack Nicholson o Radle McMurphy, con su risita pícara a lo Cuquín Victoria, hace uso de la ironía en extremo para burlarse de la “big nurse”, que es como se le reconoce en el guion adaptado por Lawrence Hauben y Bo Goldman para la película.

McMurphy es un delincuente que cree que haciéndose el loco puede conseguir una prisión menos severa que las normales donde cumplía sentencia por la violación a una niña de 15 años y que el guión nos hace olvidar para inclinarnos por una admiración que olvida ese detalle. Y con él, mezcla de charlatán y loco que no es, Kesey entra en el plantel para poder describir el maltrato a cada uno del grupito elegido para la denuncia de un sistema que iba más allá del manicomio de Oregon.

¿Cuántas enfermera Ratched había que aconsejaban y dirigían golpes de Estado en todo el mundo? Las torturas y matanzas en el Chile de Pinochet, la Argentina de Videla, la cárcel de Abu Ghraib en el Irak de Sadam Husaim, son pocos ejemplos de esa ideología del sometimiento a la fuerza del ser humano y que Forman se lo achaca al comunismo que lo persiguió como un fantasma hasta el final de su tiempo y que él veía en sus sopas de repollo.

El último documento desvelado a la luz pública es el que implica a los militares del golpe de Brasil en el 1964 y que luego ayudaron a quitar a Salvador Allende y a Juan Bosch. Y Milos Forman elige, sin darse cuenta ese grupito de locos que es torturado física y psicológicamente como si cada uno representara uno de nuestros países maltratados en una dependencia de alas cortadas.

Tanto Kesey como Forman consiguen elaborar una metáfora perfecta sin que nadie se dé cuenta. Washington, Warren y Geever, los tres “black boys” enfermeros, representan los presidentes títeres que venden, a precio de vaca muerta, todas las riquezas del continente: nuestro oro de Cotuí, el petróleo de Venezuela, el litio de Bolivia, más las venas abiertas, y los préstamos absurdos del FMI para beneficiar a los Macri del poder y empobrecer la población.

El título no es casual ni antojadizo como hicieron con la versión en español (Atrapados sin salida) que no tiene ni pies ni cabeza. El nido del cucú es una expresión “slang” del inglés que significa manicomio. Sobre el vuelo, viene de una canción antigua para niños que habla de gansos voladores que puede ser el origen del “cuco” nuestro con el que empezamos a temprana edad a torturar con el miedo a nuestros niños.

La fiesta que arma McMurphy a espalda de la dirección y con dos prostitutas es un símbolo de alegría, es una rebeldía que va en vía contraria a la impuesta. El juego de básquet es otro símbolo de la importancia de jugar en equipo para fortalecer la unidad interna. Hasta cuando Pete Bancini, representado por Josip Elic, carga a Nicholson en su empeño por enseñarle al “Jefe” Bromden cómo donkear la bola y cómo atajarla en la mallita para que los contrarios no anoten y quizás con eso, haciendo uso de las mismas trampas que los adversarios siempre han usado para ganar. Es ese nido del cucú donde le cortan las alas a todos con unas píldoras diarias que más que sanarlos los amema. ¿Acaso no nos han amemado desde que los españoles salieron en desbandada, con el cuento de la democracia, la OEA y otras pendejadas que apuntan a la destrucción de nuestras culturas y que nos atan a chantajes?

La noche cualquiera que Forman vio “Thieves like us” (ladrones como nosotros) de Robert Altman, se dio cuenta que Mattie, Louise Fletcher, era la mujer ideal para interpretar a Miss Ratched y Kaël, mi hijo, para bautizar su gata.

La mudez del “Jefe” Bromden es metáfora fina del encierro en reservas de los últimos indios, del maltrato y desconocimiento de sus derechos y que con la destrucción de una ventana y su escape por ella, simboliza la libertad de los habitantes de la “Primera Nación”, como se le denomina a los autóctonos en Canadá.

La lobotomización a Ellis, primero, y luego al propio McMurphy, son los miles de muertos y desaparecidos de América latina, de Vietnam, de África que intentaron rebelarse. Es la dominación cueste lo que cueste.

La denuncia es tan fuerte y la metáfora visual tan elegante que ni el mismo Hollywood se dio cuenta y tuvo que premiar en todos los renglones importantes a la cinta que a ellos mismos denunciaba por su colaboración como mecanismo de propaganda que justificó, en sus vaqueros, el maltrato a los indios; en sus películas de guerra, la dominación y en la violencia, el método usado para lograr sus propósitos.

La alegría de Frederickson, Taber (mellizo de Mariano), Sefelt (primo de Amable Aristy), del coronel Matterson, Scalon tan parecido a Valle Itclán que confunde; de Martini, Cheswick, de Turkle el sereno cómplice, siguen las huellas del “Jefe”. Billy no estuvo en esa escapada final porque la presión de Ratched lo llevó al suicidio por una culpabilidad que ni él mismo entendió, pero con la que no podía vivir.

Forman no podía haber retratado mejor una sociedad a partir de una simple muestra, el Manicomio de Oregon y como para que su teoría no fallara, en el 2003 fue nombrada Janis Karpinski , peor que la enfermera Ratched, como directora de la cárcel de Abu Ghraib donde se reprodujo el mismo comportamiento con los prisioneros. La teniente Lynndie England se hizo famosa por las fotos donde se le ve ultrajando a prisioneros, lo que fue denunciado por miles de reproducciones vía internet y con una exposición del pintor colombiano Fernando Botero.

Entonces conviene redactar un informe anual sobre derechos humanos, país por país para ser el juez mundial, sancionar y al que nadie se atreve a cuestionar. Tigueraje, dicen los tígueres. l

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