Estambul es la ciudad de los gatos. No me refiero a la metáfora de la corrupción. De cualquier esquina puede salir uno u otro que se te acerca en términos amigable, pero eso hay que dejarlo para después de ver a Sofía y su templo, los museos, el Bósforo y por donde Tuba Büyüküstün protagonizó la serie Kara Para de Netflix. Pero ningún turista deja pasar el Pera Palace Hotel donde Agatha Christie se trancó, “jacha y machete”, Underwood a la mano y no salió de la habitación hasta terminar “Murder on the Orient Express” que no hay que confundir con “Stamboul Train” de Graham Green.

Pedro Julio Jiménez pasó por ahí, como me lo indica un medio boleto que encontré en su “Guía de Estambul”, cuando los celulares no tenían toda la información que cualquier visitante necesita.
¿Qué sería el mundo sin las grandes obras de pintura, literatura, teatro, música? Todas son el producto de la “Libertad de Expresión”, la creatividad e inteligencia que el ser humano ejerció en todos los escenarios posibles e imposibles.

Cuando Inving Wallace se liberó de la censura de las editoriales que lo mandaban por todo el mundo como reportero, se consideró un “caballero de domingo”, que era el único día que él dedicaba a escribir sin tener que hacerle gracia a sus editores.

Graham Green eligió a Mr. Pulling, banquero retirado, para viajar con su tía y desvelar el comportamiento de un solterón rodando por el mundo y teniendo un amor platónico.

García Márquez fue mas libre en sus libros que en las crónicas de los diarios colombianos donde hablaba de las películas que se presentaban en esos días.

Vargas Llosa se convirtió en un prisionero de su resentimiento, odio a su pueblo, odio a los pobres, indígenas, negros. Vendió su alma al Diablo quien se ocupa de hacerle publicidad.

Agatha Christie no tuvo que pasar por esa presión y manejó a Poirot a su antojo para que descubriera, no solo al criminal de sus historias, sino el lado oscuro y la maldad de los seres humanos en las circunstancias que ella los colocaba, con la misma rigurosidad de Conan Doyle.

Truman Capote, a nombre de la libertad, engaña a un condenado para sacarle la historia que él no era capaz de inventar y aprovecharse, tanto de la debilidad del preso, como del morbo del público, ávido de historias macabras y sucesos de sangre. Escribió, a sangre fría, su cuento retorcido por el simple motivo de ganar dinero.

Nuestro país tiene también sus escritores y periodistas que se enfrentaron a la “Libertad de Expresión” desde llos tiempos de la Independencia a nuestros días.

En la época que Ornes Coiscou la defendía, escribió todo lo que le dio su gana, al tiempo que se constituía en un verdugo contra aquellos que pensaban diferente. En su periódico, nadie podía escribir una sola línea que estuviera en contra de su pensamiento. Así se templó el acero.

Don Rafael Herrera, que dirigió el Listín, decía que la Libertad de Expresión “no era publicar todo los chismes de patio y pasarlo como hechos reales”.

Aunque Koldo entró, a regañadientes, a El Nacional, porque volaba demasiado alto y hacía sombra, sus columnas eran el banquete matinal de Pepín Corripio, quien además permitió a otras voces, que fueran parte de sus columnistas. Incluyendo un par que lo hacían desde la cárcel.

Costó mucha sangre antes que se pudiera publicar un periódico como Patria, cuando el Chino Ferrera y Alberto Malagón lo elaboraban después de la Era de Trujillo.

La libertad no es una marca de yogurt

Aquella consigna de “liberté, egalité et fraternité” que surgió después de la Revolución Francesa y que los masones asumieron representándola con tres puntitos en su firma, fue desapareciendo como desaparecen los aviones tres minutos después que despegan. Desaparecen, pero existen y vuelven.
Existe un mito del sistema político que permite más su ejercicio.

El periódico The New York Times se fundó en el 1851, y a partir del 10 de febrero de 1897 se hizo acompañar de un lema de su propietario, Adolph S. Ochs, que es clave para entender que “La Libertad de Expresión” es relativa, y que NADIE puede ejercerla en ningún régimen, sea capitalista o comunista, para señalar los principales sistema que dominan el mundo. Ochs compró el diario decadente en 1896 con la competencia de The New York World de Joseph Pulitzer y New York Journal de William Randoph Hearst, padre de la famosa Patricia Hearst y su asalto a un banco en los años 60.

“All the news that’s fit to print” que significa, “todas las noticias que encajen (que merecen, que son aptas) para ser impresa” es un mensaje claro de censura y que no todas las noticias encajan para ser publicadas. Ese “encaje” tiene que ver con lo que ellos toman de referencia para ser respetado: sus valores morales vigentes, los preceptos constitucionales, las cuestiones religiosas y la brutalidad de la Policía y Armada. Por tanto, cualquier texto que contradiga estos principios “no encajan” en sus páginas, tal y como don Horacio Ornes comandaba. A pesar de un concurso para cambiar el slogan ninguno superó al elegido por su dueño. Fueron las 7 palabras mas famosas superando la de la misa de la Semana Santa.

Quien escriba a favor del aborto, por ejemplo, que es un principio religioso mas que científico-médico, no encajará en ninguna edición. Quien diga que en vez del cristianismo, sea el budismo, la religión mas chévere, no tendrá la “libertad de expresión” de decirlo y menos defenderlo porque tampoco encaja ni lo merece.

Algunos países toman en cuenta elementos culturales de otros para no hacer de la “libertad de expresión” una ofensa, sobre todo, cuando parte de la población viene de otras latitudes. Recordemos a Charlie Hebdo en Paris del 2015.

En un sistema socialista existe una prensa igual, donde se publican solo las noticias y análisis que “encajen” con referencia a su estructura ideológica, sus propósitos y objetivos, aunque el lema sea “trabajadores del mundo, uníos”.

No es que aquí o allí hay mas libertad de decir lo que se quiere, es que en ambos hay cosas que se pueden decir y otras no, según la estructura del sistema. Cosas que convienen o no, mas que encajar.

Ejercer la “Libertad de Expresión” en nuestro país le costó la vida a muchos jóvenes, que prefirieron arriesgarse a morir por defender sus ideales antes que vivir amordazados, Orlando Martínez, entre otros.

La “Libertad de Expresión”, con sus límites y traiciones, no puede achicarse porque algún legislador quiera adelantarse, a nombre de una supuesta “incursión en la intimidad”, para conseguir una inmunidad e impunidad en el ejercicio dudoso de manejo de recursos estatales. Es cierto que en el periodismo se disfrazaron politiqueros que mas que criticar la sociedad para mejorarla, se dedicaron a atacar al contrario de su defendido, que al llegar al poder, premió con una jubilación jugosa o alguna botella en una embajada lejana. La Libertad “no es una marca de yogurt”.

El periodismo, principalmente, debe volver a la esencia perdida fuera del alcance de políticos y poderosos legisladores. Y peor, fuera de la influencia de alcahuetes que nos empujan a la era de la Inquisición.
La intimidad de cada ciudadano debe ser respetada, y quizás habría que hacer una larga lista detallada para que no se publiquen mas fotos de muertos en sus cajas, enfermos “decricajaos” en una cama de hospital, vida familiar, enfermedades propias o de allegados, etc. lo que no puede confundirse con ingresos por salario, propiedades y bienes injustificados y asociación de malhechores y otros ítems de carácter transparente.

La comisión nombrada tiene que tomar en cuenta esto, que no nos metan una ley franquista, pinochetista, ucraniana, rusa, inglesa o china. Mejor ampliar la que nos hemos ganado.

Hay una tendencia, también es cierto, al abuso de la comunicación, al engaño con títulos “atractivos” pero falsos, en ara de conseguir “likes” en internet. Vivimos la era del “fake news” que siempre encajan como siempre ha sucedido.

¿Cómo volver a la pluralidad y hacer avanzar el pensamiento de una sociedad? ¿Cómo hacer que todo lo que los periodistas escriban, sin tener que “encajar” y mantener las ideas congeladas? ¿Cómo impedir que a la gente no la engatusen con idioteces y pendejadas si no le han dado el arma de defensa de la Educación? En efecto, la única forma de ejercer la libertad, como lo dijo Martí, es siendo culto, es leyendo, conociendo la Filosofía para pensar con su propia cabeza, conociendo la historia, es, en definitiva, siendo nosotros mismos y poder rechazar los lavados de cerebros que asomen cada día en cada espacio. Es volver al arte verdadero que se hace con formación y sin curadores manipuladores. Es volver al canto artístico. Es volver al periodismo sin bocinas. Solo siendo culto se puede rechazar las vulgaridades que “libremente se expresan” en nuestro entorno, en la radio televisión e internet, mientras las autoridades responsable se desresponsabilizan. Así no compadre.

Por ejercer su libertad, Agatha se encerró en mas de 10 hoteles para escribir libremente muchas de sus novelas que han sido traducidas a mas de 103 idiomas. Por su libertad dejó atrás a su primer matrimonio para emprender la novela de su vida en compañía de Max Mallowen, su segundo marido que, al ser arqueólogo, la llevó a Irak, Turquía, Egipto, donde ocurren muchos de los acontecimiento de sus novelas de la que se destaca “El asesinato de Roger Ackroyd”. La maña de Agatha de trancarse en hoteles le vino de la vez que lo hizo su madre con ella en el Gezirah Palace Hotel de Egipto lo que ella repitió en el Cataract de Asuan donde escribió “Muerte en el Nilo”. En varios hoteles de Inglaterra hizo lo mismo, en el Bugh Island Hotel escribió “10 negritos”, en el Imperial Hotel “Peligro Inminente” y “Crimen Dormido”.
También se alojó en el Gran Hotel de Torquay y en el Old Swan de Harrogate donde se alojó por 11 días cuando la dieron por desaparecida, en 1926, en una “fuga psicogénica” y mucho antes de convertirse en una especialista en venenos, por sus conocimientos farmacéuticos que la ayudaron como enfermera en la Segunda Guerra Mundial. No dio cátedras en la “Universidad del Homicidio” de Papini, porque ésta era una ficción.

Pero no, ¡carajo!, la “Libertad de Expresión” no es una novelita escrita en la habitación 411 del Pera Palace de Estambul. ¿O sí?

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