Cuqui vio cómo Santiago se desarrrolló. Las construcciones más importantes eran simples casonas de mampostería

Habla Cuqui Batista:
Quien trajo el Arte Nouveau en arquitectura no fue Porfirio Herrera .
Eso fue Castillo (Humberto Ruiz Castillo, JM), que trajo ese arte Nouveau cuando se fue a Bélgica, se graduó allá y cuando vino no hizo nada. Castillo fue quien diseñó el Alma Mater junto al francés André Dunoyer). Él no hacía nada, todo lo ponía a que otro lo hiciera. Él insinuaba, se veía que no tenía ejercicio. Para integrar una línea, hacía, así como hormiguitas, pedacitos de trazos como una cadena de hormigas en vez de hacer un trazo rápido.

Un día me pidió un profesor, que no voy a mencionar para no insultarlo, que dibujara un zapato y yo le dije que no, que no había venido aquí a eso, no soy artista. Nunca he dibujado nada. A Federico Izquierdo, que es el maestro de ese dibujo, yo le cambiaba eso por croquis de plantas y él aceptaba. Él era pintor, tenía una visión más amplia y aceptaba si un muchacho le decía que no daba para dibujar.

Yo le dije a ese profesor, ¿para qué? Y él dijo para que aflojes la mano. Para trazar. Entonces le hice unos trazos ra, ra, ra, como seis líneas que salieron paralelas casi perfectas y luego le hago las verticales y se forma un cuadrilátero. Y le pregunté, “¿así es que usted quiere que afloje la mano?”. Y me cogió un odio para siempre.

Permítanme una pequeña tregua a manera de “último deseo” de condenado, para presentar al visitado:
Francisco Manuel Felipe Lorenzo Batista Bisonó nació en 1925 en Santiago de los Caballeros. Sus padres fueron Manuel Batista y María Consuelo Bisonó Hernández. Sin embargo, no se puede obviar al tío Pedro Batista, que, seguramente, tuvo una influencia indirecta sobre Cuqui, por el ambiente familiar. Pedro Batista fue abogado y diplomático y un gran urbanista y dejó un legado inmenso en el desarrollo de Santiago. Su libro Santiago a principios de siglo es indispensable para los historiadores de la ciudad que acogió al Gobierno de la Restauración. Esa ciudad descrita con pelos y señales es la que vio crecer a Cuqui. La misma que se prolongó por los cuatro costados, más allá de la Estación Marte del tren de Lilís y que a él le tocaría derrumbar para construir el puesto de bomberos. Esta misma ciudad que erigió el monumento más importante del Caribe de la mano de uno de los arquitectos que luego fue su profesor, Henry Gazón Bona.

Cuqui vio cómo Santiago se desarrolló paso a paso. Las construcciones más importantes eran simples casonas de mampostería, revestidas de grandes puertas apoyadas en bisagras vetustas, cuando la aldaba servía de candado junto con las trancas. Las pocas iglesias, el Palacio Consistorial, el Hotel Mercedes fueron las primeras grandes estructuras que las pupilas de Cuqui admiraron.

De ese pequeño Santiago, recibió Cuqui las primeras instrucciones escolares cuando el Santiago, quién te vio…, como dijera el Dr. Bueno en sus dos tomos.

Las primeras luces del saber y el buen vivir se la transmitieron las profesoras Clara y María Esperón en una escuelita de las afueras de Santiago, por el camino de Navarrete. Hermanas de origen francés, orientaron a Cuqui y, quizás, a través de ellas, vio la construcción más alta hasta entonces y que hoy es la base para cualquier construcción moderna: el acero de la Torre Eiffel.

La caballerosidad, amabilidad y conocimiento le llegaron desde su hogar y de sus profesores, que eran verdaderos educadores, como el profesor Antonio Cuello, fundador de la Academia Santiago y de la librería de igual nombre, que ya no existe más, en Calle del Sol con Sánchez. Sergio Hernández, director del Liceo Normal (hoy Onésimo Jiménez) también fue su maestro.

La Capital, que tampoco era la ciudad que hoy se extiende más allá del alcance de nuestros ojos, le sirvió de anfitriona entre 1945 y 1961.

Cuqui se destacó siempre como gran dibujante. Un excelente creativo de soluciones de múltiples posibilidades, lo que le valió ser escogido muy tempranamente para innumerables proyectos.

El Palacio de Bellas Artes de Santo Domingo, situado entonces en las afueras de la ciudad, hacia el oeste (hoy calle Independencia con Máximo Gómez), es tal vez la edificación más notoria de esos años iniciales de Cuqui.

Desde su lucidez, aportó un nuevo pénsum a la carrera, en la que predomina la geometría descriptiva.
La creatividad de Cuqui Batista produjo cambios importantes en la arquitectura, como las rampas centrales y el manejo del clima natural para eliminar el calor, como es el caso de su propia residencia de la calle Francia, a dos pasos del Monumento, donde vive con su compañera, la reconocida artista plástica Rosa Idalia García, madre de sus dos hijas, Ira Ina y Ava Mía.

Cuqui también es testigo de toda la evolución, de todas las construcciones de la ciudad y de todas las destrucciones. Presenció la aparición y desaparición del Centro de Recreo, Amantes de la Luz y del Hotel Mercedes y su posterior cierre.

Asimismo, vio a su tío por la Avenida Imbert tocado de su sombrero canotier trazando las líneas que ampliaban la ciudad. Vio cómo se construía el moderno aeropuerto del Cibao, como una puerta al mundo en los conucos de Licey.

Él fue parte de aquel equipo que construyó, en los pueblos más importantes, una escuela que se repetía con el mismo molde de la Benigno Filomeno de Rojas, cuando desapareció el Club de Damas de Trina de Moya y de la misma manera en que se repetían las iglesias como el resonar de sus campanas.

Cuqui Batista estudió un manual argentino de arquitectura que le dio una formación prácticamente autodidacta, de la misma forma en que aprendió inglés con manuales de la Hemphil School.

Con su pasión y talento para el dibujo, estimulado por la familia, Cuqui no encajaba en el grupo de su promoción. Ya él iba lejos, al igual que sus hermanos Pedro y Augusto.

Al hablar de la casa de Lloyd Wright lo simplifica con esta explicación:

Él puso una planta, es una especulación. Es una casa como de dieta, no es una casa para vivir. No tiene unidad conceptual. Eso se ve en los planos y de lejos. Tiene un cajón voladizo, una perspectiva que cae en un arroyito. Ya el agua es bonita, donde quiera que hay agua es bueno el sitio. Él tiró un cajón arriba, pero no tiene unidad. Ese Wright es famoso en el mundo, y es feo decirlo, porque uno no quiere criticar a nadie. Yo lo tengo ahí en mi mesa, a él, a Le Corbusier, a Van der Rohe. Lo encontré un día para botarlo y lo pego donde trabajo, lo veo, pero sí sé cómo fue cada uno y hasta donde llegó. El pobre Le Corbusier, el hombre que más trabajó, por el oficio, pero él era pintor.

Al grupo de ingenieros de Santiago Mera, Muñoz y Fondeur, Cuqui le impregnó un sello característico inconfundible: sus espacios en el aire aparentemente sin apoyo, místicos, sin pintura y de una solidez que se divisaba de lejos, que el tiempo ha confirmado.

En Santiago fue una verdadera revolución, lo que provocó el edificio de la cafetería en la Ucamaima, a lo que le siguieron otros edificios bien concebidos, de acuerdo a las necesidades y uso.

Son también de su creación el edificio del cuerpo de bomberos, de gran belleza arquitectónica y la iglesia de Pueblo Nuevo, cuyo autor se comprueba a simple vista.

El currículum de Cuqui Batista rebosa de una gran cantidad de obras, tanto públicas como residencias privadas, incluyendo la propia. Sin embargo, para él, su obra maestra es el edificio del Partido Reformista en Santiago (España con 27 de Febrero). Y, efectivamente, este espacio, o volumen, como le gusta a Cuqui describirlo, está concebido para los fines propios de un partido: oficinas para la burocracia, salones para reuniones y un anfiteatro amplio e imponente. El edificio mantiene su esplendor arquitectónico, aunque con cierta falta de cuidado.

Con la claridad del buen uso de una obra desde los conceptos de circular, ventilar e iluminar, Cuqui los adopta para que se apliquen aun en espacios cerrados.

Cuando Cuqui aborda a Gaudí no le agradan ni la famosa iglesia de Barcelona ni las casas que hoy son visita obligatoria para los turistas. Cuqui considera que todos los elementos de las construcciones deben tener un objetivo de uso específico. Lo mismo expresa del Monumento de Santiago:

Es una copia de una columna de Vendome (París). Es un cajón que él lo agrandó aquí. Yo fui donde Bona porque había la necesidad de dibujar unos planos para Alejandro Martínez Martínez, que era ingeniero, y no tenían dibujante, le dijeron que en la universidad hay uno que dibuja y me mandaron a buscar y le gustó como yo me paraba detrás de la mesa. Bona tenía como 8 dibujantes, a Bonelly García, a ese Martínez, a José Antonio Caro, Mauro Estrella, Antonio Molina (hijo de Cholo Molina)… esa oficina estaba en la Francia frente a la casa-vapor, colindando con Guido Alessandro, que era la de Gazón porque interpretó lo que dijo Le Corbusier, que el diseño era una máquina para vivir, y él hizo una máquina, su vapor.

Del conocido arquitecto y pintor francés Le Corbusier expresa que prefiere

“…El Hospital de Venecia. No es que me gusta, es que entiendo que está bien hecho. En mi caso, creo que es la casa de Chiche Fondeur que está en Los Cerros. Porque tiene espacio para la privacidad. También dibujé una circular para Ney Muñoz que no se llegó a hacer. Unos amigos capitaleños me dijeron que esa casa es de Palladium y yo le dije, ojalá Palladium haber hecho una como esa (Andrea Palladio, 1508-1580, autor de los cuatro libros de arquitectura de 1570) …”

Finalmente surgió alguien que no podía faltar en nuestra conversación: el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer:

Él tuvo problemas con los ingenieros porque quería todo curvo, no octogonal que es lo lógico. Murió de ciento y pico de años dibujando cosas curvas.

Tras una hora de conversación sobre las vivencias de quien ha visto pasar más de nueve décadas, me despido de él y de Rosi, con la amabilidad de quienes han congelado el tiempo en esos breves sesenta minutos por la Historia.

Consideración
La creatividad de Cuqui produjo importantes cambios en la arquitectura, como rampas centrales y el manejo del clima natural para eliminar el calor”.

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