Yvan no es el terrible, es “el conciliador” que consigue introducir una fórmula que al parecer Marc acepta

La obra de teatro “Art” de Yasmina Reza dura alrededor de una hora de risa.

Desde que se publicó, a mediados de los años 90, ha sido lleva a escena en varios países y por diferentes actores de los que se destacan Fabrice Luchini (Serge), Pierre Vaneck (Marc), Pierre Arditi (Yvan). Pierre Derrussin también, en otro trío.

Cualquiera podría pensar que el tema es el “arte contemporáneo” porque está presente en casi todos los diálogos de los tres amigos que la protagonizan a lo largo de la presentación.

Serge, Marc e Yvan son tres amigos de larga data. Si hubiese sido yo el manager publicista, hubiesen sido Arthur, Raoul y Thomas para que pegara más con el título ART. Pero en casi todos los textos de Yasmina hay un Serge…

Cuando Serge, de entrada, aparece con su cuadro, totalmente en blanco y mostrándoselo a su amigo Marc, como una gran adquisición, este lo examina de arriba abajo, no a Serge, al cuadro.

-¿Cuánto?
-$200,000 francos.
Marc, asombrado, vuelve meticulosamente, a examinarlo, al cuadro, para decirle:
-¡$200 mil cañas por esta mierda! ¡No jodas!
-Es un “Antrius”. Respondió Serge con serenidad y orgullo para referirse a un supuesto artista de gran renombre.

Pensé inmediatamente en la “obra” que Alphonse Allais realizó en la exposición con fines caritativos en 1882 y que él llamó “Primera comunión de muchachas anémicas en tiempo de nieve”, que es exactamente el cuadro que Serge compró.

La vanidad, hipocresía, pretensión y esnobismo que nosotros, los cibaeños, resumimos como agüaje o allante de Serge, interpretado perfectamente por Luchini, aparece de golpe en un 3 en 1 cuando cínicamente se pavonea y hace alarde de su “valiosísima” y maravillosa adquisición.
Y justamente ese es el motivo de la discordia entre ambos amigos. La aparición del tercer personaje, Thomas, que diga Yvan, provoca una situación especial puesto que él no quiere ningún conflicto, pero no puede estar de acuerdo con Serge y con Marc al mismo tiempo.
Serge le encara a Marc que a Yvan le gusta el cuadro y que está de acuerdo con su adquisición.
Marc enfrenta a Yvan y lo acusa de blandengue y sin criterio.
-¿Esa mierda te emociona, Yvan?

  • Oui , ça me touche (¡si, me emociona!)
  • ça te touche?
  • Oui , ça me touche
    -¿Y qué es lo que te emociona de ella?
    -Todo. El rojo, el azul, el verde…
    -¡Pero compadre!, ahí todo es blanco, no hay rojo ni azul, ni nada…
    -No me importa, igual, me toca profundamente.
    Como la discusión continua entre los tres, en lo que Yvan suspira y les pide que no hablen más del tema, tratando de salvar la vieja amistad, no logra impedir, incluso, una pelea “a trompá limpia”, entre ellos.
    Pareciera por momento, que se hace una apología o una gran defensa al “arte contemporáneo”, pero la adhesión de Yvan a Marc, reconociendo que Serge ha comprado “una mierda” por un valor mucho mayor a lo que él mismo puede ganar en varios meses, convierte la obra de teatro en una aguda crítica al facilismo, vacío, poca seriedad de dicho “movimiento”.
    Yvan no es el terrible, es “el conciliador” que consigue introducir una fórmula que al parecer Marc acepta: “Si ça le fait plaisir” (si eso le place, si eso lo hace feliz).
    Y quizás la solución es aceptada, más que por su ánimo conciliador, por la referencia que él hace de su psicólogo que él ve dos veces por semana porque en poco tiempo se va a casar y eso lo perturba.
    -El psicólogo me dijo algo muy importante, que aunque no entendí, lo copié para mostrárselo a ustedes. Sacó el papelito de su bolsillo y leyó:
    “Yo soy yo porque soy yo y tú eres tú porque eres tú, pero si yo soy yo porque tú y tú eres tú porque yo, entonces yo no soy yo ni tú eres tú”.
    De tal jerigonza se desprende una calma en la actitud de los tres que al final se van a cenar, como de costumbre a un pequeño restaurante donde son habitué.
    Si eso lo hace feliz… qué me importa el resto.
    En realidad, “si eso lo hace feliz y no le hace daño a nadie”. El asunto es que sí hace daño a los verdaderos artistas que se pasan años estudiando para dominar las técnicas y luego son excluidos de los círculos de estos “genios”.
    No pude evitar otro recuerdo de una visita a un “amigo” pintor que da clases de arte y a la vez hace “arte contemporáneo”, lo que es contradictorio y absurdo puesto que el “arte contemporáneo” niega la academia, la enseñanza, ya que todo es arte desde una etiqueta, una lata, una botella, una bacinilla y una gurrupela de burro.
    La cuestión es que ya en su casa, vi colgado un cuadro en blanco y yo, en mi ingenuidad, le digo que qué bueno que se pusiera a pintar, señalando el cuadro en blanco.
    -No, Mercader, eso ya está hecho. Esa es la obra. Como caía un aguacero, mis lágrimas se confundían con la lluvia igual como en los cocodrilos porque llovía tanto afuera como adentro.
    Cada vez que me acuerdo, la risa espanta la soledad y el silencio y vuelve a llover desde mis ojos.
    Espero que mi amigo haya encontrado a otro Arthur, digo, Serge… si eso lo hace feliz.

Observación
Ya en su casa, vi colgado un cuadro en blanco y yo, en mi ingenuidad le digo que qué bueno que se pusiera a pintar, señalando el cuadro”.

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