La psicóloga asegura que la violencia es consecuencia de no enseñar a gestionar las emociones desde niños

Alcanzar la sanidad, cicatrizar heridas y afrontar traumas del pasado, es un reto que todos tenemos, el cual amerita una profunda valentía, así lo asegura la psicóloga y emprendedora Mónica Mejía Lluberes. “Es un proceso que, definitivamente, no es lineal y siempre será constante y dinámico. Mientras no nos permitamos mirar hacia adentro, cuando nos resistimos a sanar, entonces, nuestras reacciones personales y sociales serán regidas por nuestras heridas”, expresó a elCaribe.

Según la especialista, la correcta gestión emocional es indispensable para tener relaciones sanas, matrimonios estables, familias funcionales, organizaciones y sociedades en armonía.

“Basta con ver las noticias día tras día y nos podremos dar cuenta de que, como decía Johan Galtung, estamos atravesando una violencia estructural. La violencia se está convirtiendo en nuestro ‘pan diario’. Tenemos peleas en las escuelas, en las organizaciones políticas, en las calles, en todos lados”, planteó la psicóloga, y asegura que esta es la consecuencia de no enseñar a gestionar las emociones desde niños.

En general, sostiene, que una persona que sabe gestionar sus emociones ha podido mirar hacia adentro y sanar. Es capaz de identificar y nombrar emociones. “Además, pueden ser empáticos con otros, pero también saben poner límites desde una comunicación asertiva, lo que lleva al crecimiento, al desarrollo, a la plenitud”, manifiesta.

¿Con la inteligencia emocional se nace o se construye?
Es una pregunta muy interesante, he pasado horas discutiendo si la inteligencia en general se hereda o no. La inteligencia, como concepto general, se ha comprobado que presenta un componente hereditario, hasta un 55 % de los genes de una persona. Sin embargo, cuando hablamos de gestión emocional, esa que es indispensable para crecer en sanidad y tener relaciones funcionales, no deberíamos hablar de herencia sino de un proceso dinámico de formación, entrenamiento y educación desde la infancia.

¿Una persona con inteligencia emocional cómo actúa frente a los problemas?
La persona que gestiona sus emociones apropiadamente sabe resolver conflictos a través de la transformación de la crisis. Es decir, tenemos dos opciones: que el problema nos destruya o que nos sirva para crecimiento. La última opción tiende a ser elegida por los que han crecido en la madurez emocional. En primer lugar, afrontan los problemas desde la sinceridad y la comunicación asertiva. Segundo, tratan de crear soluciones y un plan de acción para manejar el conflicto y que no se vuelva a repetir. Por último, no se toman nada personal, es la única vía para transformar el conflicto de manera saludable.

¿Cómo destruye a la persona el no tener inteligencia emocional?
Destruye desde el interior hasta el exterior. Como decía Carl Jung: “Uno no alcanza la iluminación fantaseando sobre la luz sino haciendo consciente la oscuridad… lo que no se hace conscientes se manifiesta en nuestras vidas como destino”, el no reconocer lo que sentimos y no saber procesarlo puede convertirse en el principal motivo de autosabotaje del viaje de nuestras vidas. Además, afecta nuestra relaciones personales, no nos permite superar las crisis, y nos llena de inseguridades.

¿Para enfrentar los altibajos qué recomienda?
Formación, educación y entrenamiento en la gestión emocional. Ser resiliente y enfocarse en eso que multiplica, que va más allá de las capacidades: es la actitud. Cuando tenemos la actitud correcta somos capaces de ver lo positivo en los momentos más oscuros; de ser humildes para aceptar cualquier equivocación y conectar con otros y ser asertivos.

¿Cómo podemos gestionar correctamente nuestras emociones?
1. Cuidar nuestro diálogo interno. Cuidar nuestros pensamientos es el primer
escalón para este camino.

2. Ser internacional en el autoconocimiento. Si nos detenemos a analizarlos, nos daríamos cuenta de que, normalmente, nos detona la ira y el miedo. Si aprendemos a afrontar el miedo desde su esencia y no desde la agresividad, podremos sanar. La amígdala cerebral es la que procesa la ira, el miedo, el asco, y puede convertirlos en impulsos. Identificar qué estoy sintiendo ayuda a frenar un poco el impulso y atribuirle un verdadero significado.

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