Duarte en la dramaturgia nacional: de la tragedia neoclásica al drama histórico

La ‘Dramaturgia’ es cualquier espacio -físico o intelectual- donde confluyan el texto y la representación, referidos al teatro. Juan Pablo Duarte no escribió piezas dramáticas, empero, impulsó la dramaturgia dominicana al seleccionar y gestionar la puesta en escena de piezas teatrales de gran valor universal, tanto del Neoclasicismo ilustrado como de ‘dramas históricos’ propios del Romanticismo español.

El período de 1821 a 1844 en la parte hispana de la isla Española vio el surgimiento de una inusitada actividad teatral

La ‘Dramaturgia’ es cualquier espacio -físico o intelectual- donde confluyan el texto y la representación, referidos al teatro. Juan Pablo Duarte no escribió piezas dramáticas, empero, impulsó la dramaturgia dominicana al seleccionar y gestionar la puesta en escena de piezas teatrales de gran valor universal, tanto del Neoclasicismo ilustrado como de ‘dramas históricos’ propios del Romanticismo español.

El período de 1821 a 1844 en la parte hispana de la isla Española, que culminaría con la proclamación de la Primera República, vio el surgimiento de una inusitada actividad teatral iniciada hacia 1838 bajo el impulso de la Sociedad Dramática, cuya finalidad era la independencia nacional. El joven prócer que protagonizó aquel proceso personificaba los ideales de la Ilustración que habría de heredar el movimiento romántico del cual él era parte, debido a su edad y a una formación completada con larga estancia en Europa, y más específicamente en España, entre 1827 y 1832, de lo cual dan testimonio los ‘Apuntes’ de Rosa Duarte compilados y editados por Rodríguez Demorizi.

La historia de nuestro país recoge noticias sobre puestas en escena que, aunque corresponden a contextos foráneos, nos permiten ubicar las tendencias de la época y de los espectadores sobre temas de dramaturgia en diferentes escenarios del mundo.
Objetivadas en figuras como Duarte —decidido a realizar reformas necesarias, urgido de orden, dispuesto a estimular en las gentes el amor a la patria y la fe en la razón— se abrieron paso las ideologías que propugnó el Siglo de las Luces en el siglo XVIII, comunes de hecho a los grandes hombres que forjaron cada empresa independentista en la América hispana. Tal cruzada requería de un teatro vigoroso, propio de autores convertidos ya en estandartes de la libertad política y de probada influencia. Siendo de este modo, la elección de Víctor Alfieri (1749-1803) encajaba perfectamente y su pieza ‘Bruto o Roma libre’ fue llevada a escena. Los ‘Apuntes’ de la hermana del prócer ubican la representación en el 1840.

El trágico italiano era ampliamente conocido en la península ibérica desde la traducción de su ‘’Virginia’’, realizada por Dionisio Solís en el 1800 y a la que siguieron otras que se mantuvieron en el repertorio español, aún muchos años después de pasada la efervescencia en la dicotomía Clasicismo-Romanticismo que primó en el transcurso de la centuria decimonónica.

‘Bruto o Roma libre’, la primera de una serie de dos ‘’Brutos’’ había sido traducida al castellano por Antonio Saviñón y representada en ocasión del famoso conflicto político de Cádiz en 1812. En España la influencia de Alfieri fue patente en autores importantes representativos de la transición del Neoclacisismo al Romanticismo, como Cienfuegos, Quintana, el duque de Rivas, y particularmente ejerció preponderancia sobre el próximo autor elegido por la Sociedad que gestionaba en Santo Domingo —usando el teatro como arma— la suprema libertad: Francisco Martínez de la Rosa. La edición príncipe de su pieza ‘’La viuda de Padilla’’, datada en 1814 en Madrid incluía una ‘Advertencia’ del autor que inicia del siguiente modo:

“Cuando emprendí la composición de esta tragedia, por el año 1812, acababa de leer las de Alfieri, y estaba tan prendado de su mérito que me las propuse por modelo: componer un drama con una acción sola y única, llevada llanamente a cabo sin episodios, sin confidentes, con pocos monólogos y un corto número de interlocutores; imitar los pensamientos, la concisión y energía en el estilo y la viveza del diálogo, que encubren hasta cierto punto, en las obras de aquel célebre autor, la falta de incidentes y la desnudez de sus planes; tal fue el objeto que me propuse (…)”.

Tanto la obra de Alfieri como la de Martínez de la Rosa (1787-1862) pertenecían a un período de transición; se trataba de autores “protorrománticos”, como les llamará Benedetto Crocce posteriormente, pues uno y otro se habían formado e iniciado en las formas neoclásicas y al mismo tiempo fueron precursores del Romanticismo.

El tercer drama sobre el cual tenemos noticia de que fue llevado a escena por el grupo dramático que dirigía Juan Pablo Duarte era ‘’Un día del año 23’’, de Eugenio de Ochoa. Se trataba de un drama histórico relativamente reciente estrenado en Madrid en el verano de 1835. Este tipo de pieza teatral, el ‘drama histórico’, era un producto nuevo propio del Romanticismo, cuya estructura marcaba grandes diferencias con el esquema neoclásico anterior.

Debo referirme en este punto a la teoría que he desarrollado sobre los siete grandes movimientos artísticos que tuvieron lugar consecutivamente en la cultura de Occidente a partir de la Edad Media y en relación directa con los cánones de la Antigüedad Clásica Griega, surgidos cada uno en franca reacción ante los excesos o la inercia del anterior: Renacimiento, Barroco, Neoclasicismo, Romanticismo, Realismo, Parnasianismo, y Vanguardias. Sostengo que la Dramaturgia Dominicana ha dado a luz ejemplares válidos representativos de cada uno de estos principales movimientos universales del arte.

El Romanticismo inició en Alemania hacia finales del siglo dieciocho. Respecto al teatro tuvo sus teóricos principales en Lessing, Schiller y Goethe, y la elaboración de la preceptiva dramática romántica fue obra de los hermanos Friedrich y August Schlegel. Sería Víctor Hugo en el París de 1827 quien proclamaría al mundo la nueva escuela romántica a través del ‘Manifiesto’ que incluyó como prólogo a su pieza ”Cromwell’’.

Aquellos años en que Duarte iniciaba la actividad escénica proselitista seguían inmediatamente a la cúspide rotunda del Romanticismo en España, cuyo vehículo lo fue definitivamente el teatro. Entre 1834 y 1837 se estrenaron las piezas españolas consideradas cardinales: “La conjuración de Venecia’’ en 1834; en 1835 el ‘’Don Álvaro’’, de Ángel Saavedra, duque de Rivas; en 1836, ‘’El trovador’’; en 1837 ‘’Los amantes de Teruel’’ y ‘’Carlos el Hechizado’’.

“Un Día del año 1823’’ era el segundo drama original de Antonio de Ochoa; se llevó a escena en la capital española el 14 de agosto de 1835, en el Teatro del Príncipe. No sólo en la forma, sino también en el tono se alejaba de las dos anteriores propuestas de tragedias elegidas por Juan Pablo Duarte, pues proponía un mensaje de tolerancia y comprensión.

El texto había sido publicado por la Imprenta I. Sancha, con un prólogo del autor. Según dicho prólogo, la obra fue escrita en cuatro días e inspirada por estas frases de un artículo de Antonio Alcalá Galiano: “Pero el campo del liberalismo y del patriotismo es anchuroso, y no somos nosotros de los que desean reducir sus límites. Fuera de ellos debe ser considerado en verdad quien aboga doctrinas de persecución y despotismo…”. Ochoa se propuso escribir una obra en la cual la tolerancia abogada por Alcalá Galiano quedase demostrada de forma dramática.

Los adversarios en el drama son los liberales de Cádiz, en 1823, y los partidarios del absolutismo que franqueó el país a los “Cien mil hijos de San Luis”. Ricardo, un realista neto, es padre de Carlos, capitán de lanceros de las tropas del rey. Leonor, hija de Ricardo, está enamorada de Eduardo, un liberal; éste, herido, ha hallado refugio en la casa de Ricardo, antiguo amigo de su padre desterrado. Eduardo logra convencer a Carlos de que el auxilio de los franceses es una humillación para España, y no sólo cambia de opinión el joven militar, sino que dirige en la ciudad una sublevación que fracasa. Eduardo se entrega al ejército absolutista fingiendo ser Carlos. Cuando Carlos llega con salvoconductos del gobernador francés, es tarde; la ejecución de Eduardo convierte a Ricardo al Liberalismo.

Durante siglos, los conceptos de nacimiento y patria, como el ideal de la ‘muerte por la patria’, fueron vinculados al concepto de ‘nación’ para expresar la unión del hombre con la tierra donde nació y para establecer la diferencia con los extranjeros.

Heredados de la antigüedad romana, la idea de ‘natio’ y el tópico ‘pro patria mori’ cobrarían un nuevo vigor y desarrollo en el pensamiento y las acciones de nuestros grandes libertadores de la América hispana.

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