Tengo un “amigo” (sí, entre comillas), que es juez en Nagua, tiene una interesante personalidad y se mueve con fluidez por diversas áreas. Domina el inglés a la perfección, idioma en el cual tuitea muchas cosas. Es un cinéfilo a carta cabal y conoce a fondo varios deportes, entre estos, futbol americano, Fórmula 1 y baloncesto de la NBA, (al respecto, lo único malo es que es seguidor de Lebrón James, pero no todo puede ser perfecto en este joven juez). También, tiene un blog en el cual escribe, de una forma muy particular, sobre muchos temas jurídicos y es docente en la Escuela Nacional de la Judicatura de “Teoría del Derecho” y, según creo, “Derecho Constitucional”.

Lo de “amigo” (entre comillas) lo paso a explicar: En el presente lo virtual es lo real, paradoja que encierra la modernidad. No sé si es un camino, un medio o un fin, pero es un hecho incontrastable que debemos asumir poco a poco, siempre que sea posible, así nos adaptamos, nos preparamos y lo aprovechamos.

Y, como todo o como casi todo, la virtualidad tiene sus dones y sus defectos, dependiendo del uso que le demos. Las redes sociales son un ejemplo palpable de esto. Allí, como en la fábula de Esopo, está todo lo bueno y todo lo malo, dependerá de nosotros escoger bien.

Personalmente, hace unos 10 años utilizaba mucho Facebook, y allí sostuve una conversación con tres o cuatro personas sobre un tema jurídico. Entre ellos había por lo menos uno que no conocía y de quién nunca había escuchado ni el nombre. Lo cierto es que de esa conversación, no recuerdo la forma, nos dimos los números telefónicos y empezamos a conversar por allí de forma permanente.

Una vez, en una Feria del Libro, a la cual siempre asisto y que él no pudo asistir, por ser del interior y no tener previsto viajes a la Capital, le compré y envié por un expreso unas novelas de George Orwell de la cual le había hablado y él no tenía conocimiento: “1984” y “Rebelión en la granja”. Luego, mientras comentábamos algunos principios del proceso penal, él me recomendó una película titulada: “Un hombre para la eternidad”. Entonces, otro amigo al que se la comenté al verla, me hizo llegar el libro sobre el cual se basa la misma, una obra de teatro escrita por el británico Robert Bolt (https://www.elcaribe.com.do/opiniones/un-hombre-para-la-eternidad/).

Así empezamos una costumbre de compartirnos libros físicos y digitales, que se mantiene hasta hoy.

Luego, por amigos comunes que hicieron la pasantía junto a él, supe que cocinaba, era un duro haciendo cuentos, tocando guitarra y cantando.

Desde entonces nuestra amistad ha crecido y nuestra confianza nos permite abordar temas conflictivos, en busca de consejos o de apoyo mutuos. Pero lo grande es que, aunque lo hemos intentado varias veces, aún no nos hemos visto físicamente. Nuestra amistad sigue siendo virtual y aún no concretamos la reunión personal o familiar varias veces postergada. Y no sé, a estas alturas, si debemos continuar nuestra amistad de esta forma o si, definitivamente, concretamos en este año que recién empieza, el apretón de manos tantas veces aplazado.

Un abrazo virtual hermano. Decida usted si nos juntamos.

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