Los medios de comunicación masiva nos ofrecen un menú de violencia y muerte en torno a la guerra que se ha desatado entre el Gobierno de Israel y el grupo Hamás. La mayoría ha tomado partido por el sufrimiento y la retaliación de Israel, muy pocos prestan atención al sufrimiento del pueblo palestino en la Franja de Gaza. Incluso se desarrollan argumentos que justifican las acciones de las tropas israelitas contra el pueblo palestino, argumentando que son acciones contra Hamás.

Ni se pueden justificar los crímenes cometidos por Hamás contra la población de Israel, ni se puede justificar la violencia desatada contra el pueblo palestino. La guerra no es una acción humana, es asunto de bestias. Levinas, un filósofo judío, señalaba en su obra Totalidad e Infinito que “El estado de guerra suspende la moral (…). La guerra no se sitúa solamente como la más grande entre las pruebas que vive la moral. La convierte en irrisoria. El arte de prever y ganar por todos los medios la guerra -la política- se impone, en virtud de ello, como el ejercicio mismo de la razón. La política se opone a la moral, como la filosofía a la ingenuidad”.

La guerra nunca es moralmente aceptable, es inmoral en su esencia. Todas las justificaciones son perversas. Sólo la paz es la experiencia digna para hombres y mujeres, niños y ancianos. Tomar partido por cualquier parte en la guerra es inhumano in extremis.

La guerra actual es una confrontación entre un gobierno israelí de extrema derecha y conformado por integristas religiosos y un movimiento palestino que se llama Hamás que tiene igual naturaleza extremista de derecha y una visión religiosa semejante al Talibán. Los muertos los aportan la población israelí y palestina que no tienen motivos para matarse entre ellos.

La paz es difícil, pero es la única fórmula política razonable para los seres humanos.

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