Cuando analistas y encuestas señalan que uno de los factores del triunfo del PRM en las elecciones municipales -y la previsión que igual ocurrirá en las presidenciales- es la abstención que juega en contra de la oposición, no están errados. Es decir, que si por una parte los que respaldan la reelección de Abinader acuden a votar mayoritariamente, muchos de los que votarían por Fuerza del Pueblo y el PLD, ni fueron a votar el mes pasado, ni lo harán en mayo.
El motivo de dicha abstención, especialmente en los diversos niveles de la pequeña burguesía media, es que el PLD no se renovó luego de su derrota del 2020, incluso que la ruptura entre Danilo y Leonel es parte de ese empantanamiento político que viven los herederos de Juan Bosch por no permitir, ni uno, ni otro, el surgimiento de liderazgos al margen de sus maniobras en las sombras. Concretamente Medina ha colocado candidaturas (en el 2020 y el 2024) que no tienen la más mínima posibilidad de ganar, y por otra Fernández se perpetúa como candidato porque teme quedar fuera de los círculos de poder criollos.
La mayor parte de los partidos políticos dominicanos, sobre todo los mayoritarios y algunos colmaditos familiares, son rehenes de uno o media docena de individuos que los administran para su ventaja personal. Y en ese comportamiento el PRM, el PLD, FP, y hasta el PRD o la FNP entre los minúsculos, no tienen ni un ápice de democracia en los procesos internos para la escogencia de sus autoridades y candidaturas. Si ese comportamiento le brindó ventaja al PLD en su momento, ahora la tiene el PRM, pero es porque gestionar el erario, atrae votantes y simpatizantes.
Si no hay democracia en los partidos políticos, no podemos tener elecciones verdaderamente democráticas y por supuesto la gestión del Estado -desde el presidente a los regidores- no se hace en perspectiva democrática.