Siempre han existido, pero la era de Donald Trump significó auge tremendo de las teorías conspirativas. El expresidente norteamericano hizo culto de su uso político ventajoso y está entre su legado la tendencia a verse conspiración del poder detrás de todo; como ahora con la vacuna del coronavirus. En algo particular a nosotros, reciente, tenemos teorías conspirativas con la fiscal del Distrito, Rosalba Ramos, y su denuncia de acoso laboral y moral por el inspector de la Procuraduría General. Buscan descalificar, desmeritar esa acusación de abuso de poder, cuando debe recibir justa aclaración, atribuyéndole supuesta maquinación o confabulación a Ramos. Es curioso; el acoso se configura también típicamente bajo esa distorsión, presentar a víctima como victimario.

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