La tecnología ha sido determinante en el avance de la humanidad, y sigue jugando un rol de primer orden. Pero es una gran paradoja que, en algunos ámbitos, en lugar de fomentar la fortaleza y la libertad en el accionar humano, nos haya situado en un nivel de potencial indefensión. El ejemplo lo hemos visto en estos días con el apagón de Microsoft que prácticamente paralizó actividades a nivel mundial en la transportación aérea y ferroviaria y también en las transacciones bancarias. Un mundo vulnerable frente a las nuevas tecnologías y el poder de la informática, que domina procesos vitales, pero que también puede hacerlos colapsar.