La protesta, una de las prerrogativas de las que gozan ciudadanos, grupos sociales y entidades para exigir mejoras y reivindicaciones está garantizada por la Constitución y las leyes. Pero su empleo excesivo y sin tomar en cuenta las consecuencias negativas se convierte en un método odioso. Esto es lo que está ocurriendo con los continuos paros del Colegio Médico Dominicano en su lucha contra las ARS. Con las reiteradas paralizaciones los médicos han conseguido una progresiva y marcada pérdida de adhesión popular a sus reclamos, probablemente justos. ¿Quién puede defenderlos ya? Hay que agradecerles que ante el brote de dengue mostraron sensatez y desistieron. Al menos.

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