Nuestra desigualdad social es algo que en promedio no cuestionamos, estamos habituados. Pero dista de ser normal que el carnaval, suprema festividad popular, entre nosotros se desarrolle mayormente bajo la mentalidad de “juntos pero no reburujaos”. Los individuos en el medio y la cúspide de la pirámide social, hacen carnaval aparte, en recintos cerrados, mientras que “bailar en la calle”, el carnaval propiamente dicho, queda a los ubicados en los estratos bajos, “el pueblo”. Los primeros actúan también como “observadores”: desde lugares entendidos como “seguros”, miran la expresión popular callejera. Tenemos que combatir nuestra separación, fomentar integración y el carnaval marcar pauta en ese sentido. Ministro de cultura integrado a la fiesta callejera como uno del pueblo, sería el grato ejemplo.

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