Aceptación ante lo que no podemos cambiar, fomenta paz. Lo comprobé otra vez con el caso de mi gata y las sillas de mi comedor, cuyo tapizado ha destruido al rasgarlas permanentemente. Ver mis sillas cada vez más deterioradas, por más que espantara o increpara la gata, me provocaba enojo y frustración. Advertí que mi resistencia solo me llenaba de estrés y disgusto pues el problema no tenía solución, y decidí resignarme. Después de todo bien sabía, cuando adquirí los muebles, que tal sería su destino, teniendo gata como mascota. Ahora la miro rasgar a sus anchas las una vez impecables butacas y me sonrío; se relaja y es feliz, pienso. Y bueno, bajo mi perspectiva de aceptación, también lo soy yo.

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