Sincerar nuestra intención con respecto a determinados deseo, decisión, proyecto, es importante de cara a sus resultados. Si la intención detrás de algo no se basa en valores positivos, eso podría ser factor determinante de desenlace indeseado. Por ejemplo, es frecuente entre nosotras las mujeres condicionar la selección de pareja a beneficios de estatus económico o social; qué tanto recompensaría el hombre en cuanto a seguridad material, es decir. Pero entonces si la elección resultó mala, si el individuo no fue lo amoroso ni respetuoso, o buena persona que se quería, no se admite nuestro rol original, mal intencionado, al elegirlo. Infalible: la intención cuenta y determina. Si sembramos vientos –antivalores-, a consciencia, pues tempestad aguardará.

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