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Los conceptos de izquierda y derecha aparecen durante la revolución francesa y tradicionalmente han implicado “oposición política”. Los que pensaban que la autoridad real debía tener poder de veto (aristócratas y clérigos) se sentaban a la derecha del presidente de la asamblea. Y los que estaban en contra (o “patriotas”), a la izquierda. Así surgieron los términos.

Entonces se asoció la derecha a la defensa de los valores tradicionales, del poder militar, del orden y de la libertad económica. Y la izquierda, a los valores de igualdad, justicia social, planificación estatal y solidaridad.

Esa diferencia estuvo bien marcada hasta la caída del muro de Berlín, porque mientras existiera era muy fácil pertenecer a un bando o a otro. Pero el muro cayó, y la historia cambió.

Ahora la tendencia es imponer una ideología global, que adoptan tanto los supuestos izquierdistas como los supuestos derechistas. Todos quieren ser políticamente correctos y marxistas en lo cultural, defender el feminismo, el planeta, la igualdad… y atacar la discriminación. También coquetean con entregar la soberanía de sus países a un “liderazgo internacional”.

Y en los discursos de todos se destierra el análisis racional para resolver los problemas reales de la sociedad (como el deterioro de la clase media, los altos impuestos que la asfixian, el desperdicio de recursos, el desempleo, el incremento de gasto y deuda, y el descontrol migratorio), para dar paso a un nuevo vocabulario “emocional” que los vende como salvadores de mujeres, de negros y de un “nuevo hombre” (con diferentes géneros, inclusivo y ecológico).

Al mismo tiempo es como si cada país tuviese una izquierda o una derecha particular, ajustada a su cultura y valores.

En Francia, por ejemplo, ser de izquierda es promover el aborto y la homosexualidad. Pero en Bolivia, el comunista Evo Morales les advirtió a los hombres contra el pollo, porque tenía hormonas femeninas. En Perú, el otro comunista que gobierna declaró: “para nada legalizaría el aborto; primero la familia”. Y en República Dominicana, ganó un partido con muchas caras de “empresarios”, que se esperaba gobernaría como “derecha”, favoreciendo la libre empresa, y sin embargo inventó un impuesto ecológico, que debes pagar aunque estés casi quebrando. También está siendo muy criticado por doblegarse ante la élite global, por la que nadie votó.

Todo cambió, se tergiversó y se mezcló, y ya no tiene sentido hablar ni de izquierda ni de derecha como cosas opuestas.

Con razón, el joven economista Jano García las califica de entelequias que nada significan, y que simplemente se usan para que los oponentes se insulten entre sí. Y para hablarle a una masa enajenada que no le interesa profundizar mucho, sino sentir, emocionarse y soñar.

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