Thomas Piketty es un economista francés que se ha hecho muy famoso insistiendo en poner un impuesto redistributivo a la riqueza, porque entiende que está demasiado concentrada en unos pocos.
Es un ferviente apasionado de que el Estado intervenga y despoje a los ciudadanos de sus propiedades y del fruto de su trabajo, para repartirlo entre todos por igual en forma de educación, salud y un ingreso mínimo.

Todo esto halaga las pasiones… y por supuesto ha sido muy aplaudido.

Hasta cuando se formulan las siguientes preguntas:

¿Prefieres una sociedad donde todo el mundo sea igual de pobre o una con una gran desigualdad, pero en la que el más pobre tenga 4 veces más que en la primera?

¿Prefieres vivir en una casa de 50 metros cuadrados, igual a la de todos, o en una de 200 sabiendo que hay otros que viven en mansiones con piscina y gimnasio?

¿Prefieres andar en motor, porque ni tú ni ninguno en tu país puede comprar otro medio de transporte, o andar en un vehículo pequeño y toparte con gente en un Mercedes?

Quizá sí…quizá algunos prefieran vivir mal con tal de que el vecino no esté mejor. Quizá el valor tan desproporcionado que se le da a la igualdad está estrechamente relacionado a la envidia del ser humano… Pero si queremos ser racionales y obviar esta posibilidad emocional, debemos ser sensatos y decir que la igualdad no debe ser el bien máximo a perseguir. Y que en realidad encierra maldad e injusticia, porque no es verdad que somos iguales ni merecemos lo mismo.

No es verdad que el que trabaja más, aporta más con sus ideas e invenciones, es disciplinado y responsable, y se sacrifica ahorrando para su vejez, merezca lo mismo que el vago, bruto, sin ningún talento especial, que no se esfuerza por alcanzar nada y se pasa el día jugando dominó o bebiendo.

¿A qué mujer no le gustaría ser como Jennifer López a sus 52 años, y tener esa bonanza económica y ese poder mediático? A la mayoría nos encantaría. Pero no nos mandaron al mundo con esos talentos y esa voluntad. Entonces nos resignamos y la aplaudimos. ¿O qué si no? ¿Le hacemos caso a Piketty y que se le quite todo porque no es justa tanta ‘“desigualdad”? ¿Cuánto nos tocaría por cabeza? ¿Compensaría esto la diferencia en atributos físicos? Claro que no… y para colmo, pronto tendríamos que resignarnos de nuevo a no ser como ella. Porque comenzaría de cero y volvería a opacarnos.

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