NUEVA YORK. En días recientes, mientras me encontraba en un restaurante de esta ciudad -departiendo con amigos dominicanos-, me preguntaron que si es cierto que el retirado boxeador argentino Sergio -Maravilla- Martínez hace intentos por regresar a los ensogados.

Pero más todavía, que dizque ha lanzado un reto al púgil mexicano Julio César Chávez Jr., hijo de la leyenda (Julio César Chávez). Comencé, para dar una respuesta clara, informando que fui testigo -el 15 septiembre de 2013- del violento combate que estos dos peleadores celebraron en Las Vegas por el campeonato del peso mediano, versión Consejo Mundial de Boxeo (CMB).

Fue una ardiente pelea que, finalmente, aunque se vio en serios problemas en el último round, ganó Maravilla Martínez quien para la época se había convertido en un boxeador muy difícil para sus rivales. Maravilla Martínez había prácticamente ganado por lo menos ocho de los 11 asaltos antes de llegar el último round (el 12) en el que Chávez Jr. descargó una ráfaga de puños. Y uno de esos golpes mandó al piso al argentino quien, casi nocaut, se levantó a la cuenta de los ocho segundos reglamentarios.

Como apenas restaban unos 15 segundos para concluir la reyerta, las tarjetas -las de los tres jueces- al final favorecieron a Martínez. Pero unos seis meses después de haber revalidado su cinturón mediano, en una pelea mediocre, montada en Buenos Aires, salió airoso con muchas penas. Dicen que hasta fue protegido por los jueces.

Fue un aviso (fatal) para Maravilla Martínez porque el siete de junio de 2014, en el Madison Square Garden de Nueva York, fue humillado por Miguel Cotto. Perdió la faja lleno de vergüenza. Reconocer que -y lo escribí posterior a su fracaso- Martínez subió al ring como sus rodillas podridas.

No hay necesidad de regresar

No hay necesidad de que Maravilla Martínez, con 43 años a cuestas y muy golpeado, regrese a los ensogados. Si insiste en regresar, podría terminar muy mal… ¡e ir a parar donde no quisiera!

Su mánager Sampson Lewkowicz en vez de “alentarlo”, debería darle el mejor de los consejos: ¡No volver jamás al cuadrilátero.

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