Aunque sus orígenes se remontan a fiestas paganas anteriores al cristianismo, el carnaval ha sido desde siempre la máxima fiesta de los dominicanos, que se caracteriza por un sello distintivo que lo identifica ante el resto de las naciones del Caribe y del planeta. El colorido de los Diablos Cojuelos, los austeros Papeluses, el Robalagallina y la Muerte en yipe son solo algunas de las figuras que todos los años, junto a las comparsas, engalanan calles y avenidas de la capital y del interior con su brillo de lentejuelas y la cadencia de sus característicos ritmos. Bienvenida esta fiesta de la alegría que por unos días desata la locura festiva, entierra brevemente los problemas acuciantes de la economía y siembra la risa como el más infalible de los remedios.

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