Pese a que son el pan nuestro de cada día, en el país escasean los políticos que asumen esa actividad como profesionales. En su inmensa mayoría no son políticos de mira ancha, de proyectos estratégicos. Tampoco abundan los anímicamente preparados para los reveses y decepciones que saben aminorar la marcha, pero nunca pierden el enfoque en el largo plazo. Eso sí, está por doquier, hasta en la sopa nos sale, el político de ocasión, el de oportunidades y el improvisador que propone, como humorista repentista, lo primero en mente. Ese es el que conciben el quehacer únicamente como escalera. Aquello de que la política es la ciencia más pura y la más digna de ocupar las inteligencias nobles, ese tipo de político se lo deja a Duarte.

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