Divididos e irreconciliables, con la sociedad partida en dos mitades, los estadounidenses acuden a una elección entre Trump y Kamala. El republicano tiene ventaja y, según la mayoría de las encuestas, amigas y enemigas, con un pie en la Casa Blanca.
Ha llegado allí luego de un tortuoso camino con al menos cuatro intentos judiciales para inhabilitarlo y otros de magnicidio, expresiones de una visión ideológica diferente a la suya, sin que se repare que no es, necesariamente, que estemos frente a un hombre muy malo, pues no podemos dejar de lado que encarna el sentir y la manera de pensar de gran parte de la sociedad norteamericana. Esta sorda confrontación demuestra que el problema es mucho más profundo; se trata de la crisis de su modelo de democracia.