El espectáculo ha sido grande desde la noche del sábado cuando se iniciaron los allanamientos y apresamientos por el caso que el Ministerio Público denomina calamar, cuando quizá, por la experiencia acumulada, debiera existir cierto recelo para que no ocurra lo de siempre tras la algarabía inicial. En más de un sonado expediente el día del “juicio final”, la parte sana de la sociedad que lucha desinteresadamente por el adecentamiento de la vida pública sale con las manos vacías, mientras crece el descreimiento y la desconfianza en la lucha contra la corrupción. Sería saludable en lugar de alegría y precipitación y de tener “corruptos” condenados de antemano, que se espere con paciencia a que el expediente resulte robusto y el sometimiento amparado en bases legales y pruebas.

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