El anuncio del alto el fuego entre Israel e Irán tiene un sabor más agrio que dulce, después de tanta destrucción innecesaria y de bombardeos que solo sirvieron para matar, principalmente, a civiles indefensos. Es como si los responsables de este conflicto, Donald Trump incluido, se reunieran frente a una tumba recién construida y firmaran documentos de paz sobre una lápida que representa la fragilidad de esta decisión, que no deja nada que destacar ni mucho menos festejar. Esta paz de cementerio suena a burla contra toda la humanidad y hasta podría mover a risa si no fuera por tanta muerte sembrada inútilmente, es como decir: “Paramos la guerra hasta ocasiones más propicias”, y al final todos fueron felices aunque no queden perdices para comer.

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