La táctica adoptada por la dirección del PLD, la cual induce a defender y reburujar a toda su gente acusada de corrupción, le presenta un dilema más grande que el del bolero de Johnny Ventura. ¿Lo recuerdan? “Que dilema tan grande/ se presenta en mi vida/ ella tiene otro hombre/ y yo otra mujer”. En la amenaza del PLD de no quedarse “de brazos cruzados”, no habría otro hombre ni otra mujer, sino que, sin distingos, comprometería al partido en una cruzada que lo apartaría de su posición original de limitarse a exigir que se cumpla el debido proceso, que respeten sus derechos y que los mecanismos de la justicia se encarguen del resto. Castigo a los corruptos y cero impunidad es un sentir, generalizado, que el PLD no debe desafiar.

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