Al ver el final del periodo presidencial de Donald Trump muchos se sorprenden de cómo han sido sus últimos días.
Eso es por no haber dado seguimiento a la campaña electoral donde fue claro que no aceptaría la derrota. Sus constantes advertencias sobre la posibilidad de fraude con las votaciones tempranas por correo y las observaciones del sistema electrónico, preparaba el escenario para permanecer en la Casa Blanca cuatro años más.

Fue una sorpresa su victoria en las elecciones del 2016, insultó a media humanidad, pero lo cierto es que la candidata demócrata no fue la mejor elección para enfrentarse a Trump.

Siempre me pregunté por qué el presidente Obama, que mantuvo todo el tiempo unas excelentes relaciones con su vicepresidente, no optó por él y sin embargo, le otorgó el mayor reconocimiento civil de los Estados Unidos, al hacerle entrega de la medalla de la Libertad de los EE. UU.

Estados Unidos en estas últimas dos elecciones ha demostrado una ausencia de líderes, ambas elecciones han estado matizadas por candidatos de edad muy avanzadas y muy radicalizados, en un país históricamente dividido.

No reconocer logros a Trump sería injusto, por muchos años Estados Unidos no está en guerra fuera de sus fronteras, puso un freno al crecimiento cada vez de mayor de la potencia china, la economía en Estados Unidos crecía a niveles muy importantes, pleno empleo, entonces llegó la pandemia, que no supo manejar, su carácter arrogante, prepotente, una idolatría no propia para la persona más importante del mundo ha sido su gran enemigo.

Esos logros nadie los recordará, Donald J Trump pasa a la historia como el hombre que trató de violentar la Constitución de un país que se vanagloria con ser el guardián de las libertades del mundo.

Un país por años dividido, contribuyó a alimentar ese odio entre las diferentes razas, algo que viene desde una esclavitud aberrante, donde a las personas de color se les ha tenido a menos por años y ahora en esa categoría entran los latinos, que cada vez más representan un peligro por su crecimiento e influencia en muchas de las áreas importantes de la política y la economía.

Llegó el día de las elecciones, los pronósticos se cumplieron, que Joe Biden ganaría por escaso margen en mucho de los estados importantes por el número de colegios electorales que cuatro años atrás votaron republicano y ahora lo hacían por el partido demócrata.

Los analistas políticos decían que si en esos estados uno de los dos no ganaba por un margen mayor al dos por ciento, las elecciones terminarían por decidirse en las cortes y en diciembre.
Los resultados de muchos estados fueron discutidos en las cortes estatales y siempre el fallo fue contrario a Trump. La Suprema Corte, en esta oportunidad compuesta por una mayoría conservadora, a la que temían los demócratas, fallaron ceñidos a la verdad, dando una demostración de la importancia de los contrapesos que tienen las instituciones norteamericanas, lo que la diferencia de otros países donde el control del Ejecutivo o del partido en el poder es total. Sólo ver los casos de Cuba y Venezuela, para no tener que mencionar muchos otros.

Los partidarios de Trump, incitados por todas las afirmaciones de fraude y el hecho de que, en estas elecciones, a pesar de los miles de errores en el manejo del Estado, las constantes cancelaciones en su gabinete, las renuncias por la incompatibilidad con el carácter del Ejecutivo, este logró obtener diez millones de votos más que en el 2016.

Llegó el miércoles infame de la democracia norteamericana, turbas que se oponían a la declaración de Joe Biden como ganador de las elecciones, irrumpieron en el Capitolio, con actos vandálicos que han dejado una huella difícil de borrar en la democracia norteamericana. Muchos que veían por televisión lo que sucedía, pensaron que era una escena de Venezuela, pero no, era en el centro del poder norteamericano, símbolo de la democracia, el Capitolio.

Se afirma que estas turbas eran parte de una organización llamada QAnon, que sostiene que se basan en teorías satánicas y condenan el tráfico sexual de niños y que Trump planifica un día de reconocimiento de los QAnon, cuyas teorías conspirativas llegan al extremo de afirmar que Obama, Hillary y Soros planearon un golpe de estado. Trump los definió como un grupo de admiradores.

Estos no son los únicos, recordemos a los Proud Boys, organización de extrema derecha, neofascistas, compuesta por hombres blancos solamente y con actividades en Estados Unidos y en Canadá, a los que en uno de los famosos y penosos debates Trump afirmó que debían mantenerse alejados, pero preparados, lo que creó un terremoto de comentarios en contra del mandatario.

El Partido Republicano quedó mucho mejor que el presidente, aumentó el número de representantes en la Cámara Baja y perdió el control del Senado en las elecciones en Georgia, consecuencia del mismo Trump, en un hecho histórico donde por primera vez, en un estado rabiosamente republicano, tendrá un senador afroamericano, demócrata.

Al haberse opuesto el vicepresidente Mike Pence aplicar la enmienda 25, el camino que queda es la destitución por parte del Senado. Los republicanos tienen la oportunidad de despegarse de Trump y ser opción de poder con un candidato diferente en el 2024. La edad de Biden, lo difícil de la situación de la pandemia y la economía, dificultan una posible reelección.

Biden tiene la difícil tarea de sanar una nación en estado grave, tiene la ayuda de tres presidentes: Clinton, Bush y Obama y de seguro también la de Carter, cuya avanzada edad le impide una participación activa. Hay mucho que ver y mucho por escribir.

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