Cuenta una historia hindú que seis sabios ciegos querían saber cómo era un elefante y cada uno se dedicó a descubrirlo usando el sentido del tacto. Uno le palpó el costado y entendió era una pared, el que le agarró la trompa creyó que era una serpiente, el que tomó las orejas decía que tenía forma de abanico, el del colmillo lo sintió como una lanza, el de las patas que lo asimiló a un árbol, mientras que el de la cola, a una soga. En lo que cada uno mantenía su versión quedaron inmersos en una discusión para establecer cuál estaba en lo correcto porque sus conclusiones eran irrefutables y se sustentaban en sus constataciones directas.

Partiendo de su vivencia, cada uno daba su opinión de lo que, a su entender, correspondía con la descripción del noble animal. Sin duda, aunque todos acertaban, no correspondía a la fidelidad de los hechos porque se trataba de percepciones distintas, diversas pero ciertas, que dependían del lugar que les tocara. La moraleja es que cada cual tiene su interpretación sobrevenida de su historia personal, sus logros y frustraciones, prejuicios y convicciones, envidias y realizaciones, con base en los que se cree tener el entendimiento y se decide mantener su convicción desde su ángulo particular.

Esta situación se refleja en los conflictos donde cada quien fija su posición, válida por definición, pero que responde a los intereses que se consideran afectados; ni siquiera la historia de los pueblos está exenta: los vencidos se consideran héroes y los villanos vencedores, todo depende de quién lo cuente, lo que vio, sintió y hasta le conviene. En un proyecto habrá quien vea los obstáculos, mientras los beneficios serán captados por otros, basta con la comunicación para que, desde un planteamiento global, puedan compaginarse ambas perspectivas que, si bien enfrentadas, son complementarias porque dependen de la actitud de cada individuo. Los testigos de un hecho podrán edificar al juez desde sus puntos de vista, estará el detallista con memoria prodigiosa, el exagerado, el que interpreta según su postura y el mentiroso; al magistrado le corresponderá diseccionar lo mejor de cada parte para formarse un criterio y actuar conforme al derecho.

La verdad es un bien preciado que se lleva a la mesa, pero tiene muchos comensales que opinan según su gusto, y el lugar que ocupen en ella porque, se puede estar convencido, pero no por ello tener la razón, al punto que hay una sola certeza y esa cada quien considera tenerla.

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