Acabamos de pasar por el proceso de selección de los miembros de la Cámara de Cuentas de la República Dominicana. Durante los meses de la nueva Administración, ese órgano prácticamente estaba cesante, bajo cuestionamiento. A tal extremo, que el presidente de la República llegó a pedir la renuncia de sus componentes. Incluso, el Ministerio Público, ante versiones sobre “manejo” de algunos casos, realizó un allanamiento a esa institución.
Un capítulo que no debe quedar cerrado con la escogencia de Janel Andrés Ramírez Sánchez, Elsa María Catano, Tomasina Tolentino, Mario Fernández Burgos y Elsa Peña como nuevos miembros de esa institución.

Son penosas las historias de desempeño de la Cámara de Cuentas en algunos períodos, pese a la misión que le asigna la Constitución en su artículo 248, como órgano superior externo de control fiscal de los recursos públicos, de los procesos administrativos y del patrimonio del Estado. Y es una pena, porque para asumir una posición en ese órgano, se requieren condiciones dadas por la misma Carta Sustantiva, como “reconocida solvencia ética y moral” y alta calificación académica.
Entonces, resulta frustratorio para las aspiraciones de desarrollo institucional y para la misión de fiscalizar el gasto de los recursos públicos, que los elegidos no hagan lo que manda la Ley. Es una responsabilidad que no debe ser lanzada por la borda.

La elección de los nuevos miembros llamó la atención de todo el país, y hubo énfasis no sólo en escoger gente con “reconocida solvencia ética y moral”, sino además que no estén atadas a los partidos o entes vinculados al poder.

Estos nuevos miembros en mayoría tienen experiencia en la administración del Estado, y al menos tres ya acumulan años en el servicio público o en el sector privado. En teoría, no deben fallar a la Nación.

Saben bien que tienen un compromiso contraído con los dominicanos, con quienes trabajan y tributan al fisco con sacrificio, con quienes aportan a la creación de la riqueza nacional, mucho o poco, para que la misma no sea dilapidada.
La Nación no resiste más traiciones y defraudaciones. Ser miembro de la Cámara de Cuentas es trabajar para mejorar la calidad de vida de la gente, mediante la fiscalización honesta del gasto del dinero público.

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