Aunque aparentan no tener espacio, es justo el momento de que, antes de que resulte tarde, empiecen a ganar terreno las posiciones de los que aman la paz, porque las principales potencias y sus “líderes” se enfrascan en jugar a la guerra, como si se tratara de mover piezas en una pantalla de computadora.

Tan explosivo y peligroso es el predominio de los discursos desafiantes y guerreristas de naciones involucradas con armas letales, que con toda razón el secretario general de las Naciones Unidas considera que “la humanidad está a un error de cálculo de la aniquilación nuclear”.

El papa Francisco, en su insistencia de que se elija el camino de la paz y ante lo que califica de “infantilismo bélico”, afirma que el mundo, o más bien sus “líderes”, se olvidan de los horrores de la guerra y que de por medio hay vidas humanas, poblaciones y países.

La geopolítica actual es un archipiélago de guerras en curso y conflictos latentes, que compiten uno con otro en relevancia, todos en aumento y con armas nucleares a pedir de boca, con lo que colocan a la humanidad, parafraseando a António Guterres, cabeza de un organismo indefenso e inútil, “a un error de cálculo” de la hecatombe definitiva.

Cada día se recrudece un conflicto o se suma otro; entre los más recientes figuran los bombardeos de Estados Unidos contra enclaves de Irak y Siria en respuesta, según han dicho, a las muertes y heridas a sus soldados en una base militar en Jordania.

A pocas semanas del segundo aniversario de la guerra en Ucrania y a cuatro meses exactos del inicio de la masacre en Israel y Gaza, volvemos a refugiarnos en palabras del sumo pontífice, una de las pocas luces entre tanta oscuridad, que clama para que cesen las demostraciones de fuerza mientras la gente sufre, y se deje de crear escenarios que llevan a pensar hasta en una posible tercera guerra mundial.

La polarización, las crisis y conflictos existentes, que parecen envolverlo todo, han arrastrado a las grandes potencias a la paradoja de priorizar en sus presupuestos armamento y tecnologías para matar, en desmedro de la lucha contra el cambio climático o la necesidad de producir más agua potable y alimentos accesibles.

“Que se elija la paz”, invita el papa, ante lo que se vive, que resiste el calificativo de sufrimiento humano épico.

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