Hay leyes que por los cambios ocurridos en las sociedades caen en desuso, sea porque los factores que les dieron origen cambiaron, o porque no se correspondieron con las realidades de cada época. Otras simplemente nunca se aplicaron. Son las leyes natimuertas. De estas últimas hay abundantes casos en la República Dominicana.

Ayer, dos instituciones de la sociedad civil vibrantemente reclamaron a los poderes públicos que hagan las diligencias para que las leyes emanadas del Congreso sean cumplidas de manera cabal.

¡Magnífico! La realidad es que de acuerdo con nuestra normativa, tan pronto un proyecto es convertido en ley entra en vigencia a partir del vencimiento del plazo en que el Poder Ejecutivo deba promulgarla.

Y efectivamente, el Ejecutivo cumple con su rol, pero como suele ocurrir, una cantidad importante de iniciativas congresuales que terminan como leyes, caen en el olvido, en letra muerta, sin que nada pase.

Obviamente, es una de las tantas expresiones de una sociedad donde la institucionalidad sigue siendo un sueño en una amplia gama de áreas. Por eso, no resulta extraño que la Constitución misma disponga una norma sujeta a la aprobación de paquetes legislativos que nunca se convierten en ley. De hecho, de la reforma constitucional de 2010 queda pendiente un listado de normas que han debido ser elaboradas y han caído en el olvido.

Si se fuese a inventariar la cantidad de leyes aprobadas que han caído en el olvido o en el desuso probablemente estaríamos ante inmensos tomos que llenarían cualquier centro de almacenamiento de datos en papel.

En un país así, no es extraño que sistemáticamente haya una abierta resistencia de los actores a aceptar las reglas.

Siempre surge una resistencia. Sea una resolución, un decreto, una ordenanza, una norma de la Dirección de Aduanas o de la DGII, encontrará un rechazo, con el agravante de que se alegará, podrá asegurarlo, que provocará graves daños… a la economía, al comercio, a cualquier rama, sector o actividad que se pretenda regular.

Eso es este país. Nadie quiere someterse a la ley. Se retuerce. Se dobla, se viola, desde los grandes, los gobernantes, hasta los más pequeños, y se inventan medios institucionales o informales.
Lamentablemente, así somos. Y nos resistimos a cambiar.

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