El inicio de una nueva administración en la República Dominicana el 16 de agosto marcará también un cambio en los términos de las relaciones con Estados Unidos.
Era evidente que la administración del presidente Donald Trump no estaba contenta con el gobierno dominicano. Durante los gobiernos del PLD la República había mostrado una política algo diferenciada de la tradicional sumisión a Estados Unidos.

Durante las gestiones de Leonel Fernández y posteriormente las de Danilo Medina, el país fue perfilando un punto de vista propio en algunos aspectos en el campo internacional, como cercanías con gobiernos de tendencias progresistas en la región y mediante la participación en foros de no alineados a la política norteamericana.

Era lo menos que podían hacer los gobiernos del PLD fundado por Juan Bosch, que había sido derrocado en 1963 con los auspicios de las agencias de Estados Unidos.

Ya en el gobierno, el realismo y las implicaciones que conlleva gobernar en esta parte del mundo, obligaba a la Administración peledeísta a manejarse con la debida cautela y evitar la irritación norteamericana. Resultaba cuesta arriba colocarse de espalda a la primera potencia mundial, al principal mercado exterior del país. Y un hombre moderado estuvo al frente de la Cancillería por algún tiempo.

El protagonismo de la administración de Fernández en la solución de conflictos entre Venezuela, Ecuador y Colombia, fue en alguna medida exitoso, y aparentemente, no irritó al imperio.

Sin embargo, la mediación del presidente Danilo Medina en la crisis venezolana fue más que suficiente, hasta llamar la atención. Y entonces empezaron las presiones para que marcara distancia frente a la administración de Nicolás Maduro. Ahí empezó un viraje favorable a Washington, hasta terminar reconociendo el “gobierno” de Juan Guaidó y congelar los fondos de Venezuela en la Refinería Dominicana de Petróleo. Había terminado el juego.

Pero el progresismo del gobierno nacional no se rindió del todo y sorprendió al mundo, especialmente a Estados Unidos, con el rompimiento de las relaciones con Taiwán y el reconocimiento a China Popular. La irritación de Washington fue manifiesta.

En paralelo, Luis Abinader y el Partido Revolucionario Moderno, surgido del viejo PRD, se fueron acercando a la administración Trump y a sus aliados conservadores en la región. Las bases del viraje de la política exterior dominicana están echadas…

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