Uno de los más serios problemas que enfrenta la Policía en su misión de auxiliar de la investigación criminal es la escasa o pobre colaboración ciudadana, especialmente si el caso envuelve a unos de sus miembros. Difícilmente un ciudadano estará disponible a prestar información.
El miedo limita cualquier ánimo positivo en pro de que se esclarezca la verdad de un hecho punible. Ese miedo se asienta en la historia de la Policía, muy dada a encubrir a sus miembros mediante la creación de escenarios convenientes o historias inventadas contra personas inocentes.

En los años más oscuros de la Policía, desde la tiranía de Trujillo, cuando se convirtió en un instrumento de vigilancia y persecución, hasta los doce largos años de Joaquín Balaguer, desde 1966. Los odios hacia los civiles dejados por la guerra se acrecentaron con la instrumentación de la Policía como un grupo de terror. La “Banda Colorá” fue una creación de la policía política de Balaguer. Borrar ese pasado de horror no resulta fácil a pesar de los esfuerzos de los gobiernos democráticos posteriores.

Entonces, conseguir la cooperación ciudadana honesta y segura será difícil, porque en un alto número de hechos criminales suelen aparecer implicados policías, y esa realidad estimula la desconfianza.

Se agrava con lo peor de estas historias, y es cómo agentes policiales resultan públicamente sancionados o expulsados por ilícitos y crímenes y tiempo después aparecen reintegrados a la institución.

Ahí está el caso del coronel a cargo de la Policía en Villa Altagracia la noche del asesinato de los esposos evangélicos Joel Díaz y Elisa (Elizabeth) Muñoz. Ese hombre, según las primeras informaciones, había sido expulsado por la Dirección Nacional de Control de Drogas (DNCD) en 2012, por tráfico de estupefacientes, por proteger narcotraficantes y dar tumbes. ¿Cómo fue reenganchado y alcanzó el grado de coronel?

¿Puede un ciudadano sensato ponerse en manos de hombres de esa calaña? Hasta que la Policía no sea sometida a una limpieza profunda, que desarraigue a los delincuentes que anida, que sea desterrada la cultura del enriquecimiento por “desempeño”, estaremos viendo actos vandálicos y vergonzantes como el ocurrido en Villa Altagracia.

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