Cada informe sobre la economía dominicana trae que, en sentido general, vamos bien y hasta mejorando, y más si la comparamos con otros países de la región.

Es así en cuanto al crecimiento económico, turismo, remesas, inversión extranjera directa, zonas francas y un largo etcétera, pero otros informes nos recuerdan de nuestra pobreza en múltiples aspectos, incluida la educación ciudadana.

Por ejemplo, la Encuesta Nacional de Hogares de Propósitos Múltiples (ENHOGAR-2024), nos restriega en la cara que la recolección de basura es un desafío porque más 500 mil hogares no cuentan con ese servicio. Y según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), son 259,948 viviendas las que queman su basura, 53,313 pagan a una empresa privada para recogerla, 48,120 la tiran en patios, 91,289 en un vertedero y 44,351 familias la arrojan a un río o cañada.

La misma ONE, en su X Censo Nacional de Población y Vivienda, año 2022, informa que existen 163,610 hogares que utilizan leña y carbón para cocinar sus alimentos (la Organización Mundial de la Salud considera este hecho un problema significativo de salud pública).

La pobreza asoma también en el siguiente dato de la ONE: 102,959 hogares no tienen dónde defecar, por lo que las letrinas siguen siendo una realidad principalmente en zonas rurales.

Ese mismo censo consigna que el total de hogares es de 3,726,936, y un 10 % no tiene acceso a servicios sanitarios adecuados, reflejo de una carencia significativa en términos de infraestructura básica.

Recientemente cobró relevancia el eterno y emblemático tema de los pisos de tierra, que según el presidente Abinader continúa siendo un reto y anunció que su gobierno contempla invertir entre 62 y 65 millones de dólares para eliminarlos en las viviendas más pobres.

La pobreza tiene un rostro de indignidad en los hogares de niveles socioeconómicos más bajos, con la paradoja de que mientras se pregona su reducción, en especial de la pobreza extrema, aumenta significativamente la cantidad de personas que asimilan los planes sociales del Gobierno, incluso los hogares subsidiados.

Mientras el cacareado crecimiento económico y la estabilidad se reduzcan a números en páginas de prensa, mientras la atención a los pobres se disfrace con subsidios muy parecidos a limosnas estatales, la pobreza seguirá siendo una culpa a la vista de todos, ante la indiferencia de los que más tienen y prefieren mirar para otro lado.

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