Desesperanza

Uno de los más serios problemas que confrontan los usuarios del Seguro Familiar de Salud (SFS) es la falta de orientación y acompañamiento ante los recurrentes excesos que cometen las administradoras de riesgos de salud.

Uno de los más serios problemas que confrontan los usuarios del Seguro Familiar de Salud (SFS) es la falta de orientación y acompañamiento ante los recurrentes excesos que cometen las administradoras de riesgos de salud.

No son una ni dos las quejas de abonados al seguro de salud por el pago arbitrario de un servicio que entendían cubierto por su plan, sea porque la administradora se desentendió de su responsabilidad o porque la prestadora se excede en el cobro.

Y es que muy pocos usuarios del sistema saben que existe una entidad llamada a representarlos en la defensa de sus intereses. Y lo más deplorable es que aunque estén al tanto de que pueden acudir a esa instancia, la misma no siempre procede con el sentido de oportunidad o celeridad debidas.

Es una relación donde la orfandad del abonado es la norma, y generalmente queda expuesto a buscar una solución metiéndose la mano en los bolsillos o endeudándose.

Al margen de cualquier acompañamiento que pueda ofrecer la Dirección de Información y Defensa de los Afiliados (DIDA), que suele limitarse a una “orientación”, el resto es un tortuoso y a veces imposible camino por la vía de la justicia ordinaria. El sistema no garantiza un estatuto de derecho protectorio en favor del cliente.

Con razón, el superintendente de Salud y Riesgos Laborales (Sisalril) ha dicho con evidente amargura que es abusivo que las administradoras de riesgos de salud apelen todas las resoluciones que esa institución dicta en favor de los afiliados del Seguro Familiar de Salud.

Pedro Luis Castellanos entiende el rechazo de las ARS al reglamento de la ley 87-01, como un intento de obstruir el derecho de los afiliados a reclamar cuando consideran que han sido objeto de un tratamiento injusto.

Es una lástima que 17 años después de que se aprobara esa ley, todavía se presenten situaciones impropias de un estado de derecho, donde impera la ley de los más poderosos, en desmedro de los más infelices. Y con la desesperanza de que aunque sea modificada, o se reglamenten algunos de sus aspectos, no hay garantía de que las cosas mejorarán.

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