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Los acontecimientos recientes de violencia social y de acciones delincuenciales que han estremecido a la sociedad, debieran ser aleccionadores y analizados desde sus causas, para que no ocurra lo de siempre: teorizaciones y lamentos para luego retomar lo cotidiano, hasta que se repitan situaciones similares, para volver a teorizar y lamentarse.
Peor aún: se crea una suerte de espejismo y se mira de soslayo el problema. Un ejemplo es que ya se ha instalado la discusión de la urgencia de aprobar el proyecto de Código Penal para sentencias más severas porque con el cúmulo de penas el autor de varios delitos podría ser condenado hasta a 60 años de prisión.
No sirve endurecer condenas mientras permanecen intactas las causas de la delincuencia.
Igual extravío asoma en cuanto a los feminicidios, que han activado al Ministerio de la Mujer y a grupos feministas, con legisladores que hacen coro a lo de las tres causales del Código Penal.
Demuestra que no se puede coger el rábano por las hojas la muerte de cuatro personas en Los Alcarrizos el pasado sábado, incluidas tres mujeres.
La expareja del agente policial asesino tenía 19 años y un hijo de cuatro, y su madre, también muerta, tenía 36, lo que sugiere que la primera alumbró a los 15 años y la segunda a los 17, y pone sobre la mesa el tema de los embarazos en adolescentes y las uniones tempranas.
Al policía lo podrían condenar a 60 años pero seguirían intactas las alarmantes estadísticas de Unicef para el país: el 32% de las jóvenes se casa o se une antes de cumplir 18 años y un 9% lo hace antes de cumplir los 15.
Otra muestra de que no debiera haber desenfoque nos la proporciona Interior y Policía: de los 1,357 homicidios de 2021, en un 62% se utilizó un arma de fuego, legal o ilegal, lo que significa que hay una violencia sistematizada que tiene patrones frecuentemente normalizados por la sociedad.
Vayamos al fondo; no tomemos la vereda ni la tangente y pongamos el acento en que ninguno de los hechos que hoy nos estremecen es fortuito.