Nunca será la misma historia. Siempre los hechos irán construyendo nuevos escenarios, aunque por mucho tiempo se haya creído que la historia se repite hasta el infinito.

El proceso político adquiere características muy singulares. Se mantienen algunos elementos de la coyuntura de 2016, como el mismo partido gobernante, pero marcado por el profundo rompimiento que implicó la salida de su presidente y acompañantes.

Asimismo, el frente de los aliados del partido gobernante se ha fragmentado. El partido oficialista continúa con el apoyo de algunos de ellos, pero otros han respaldado al presidente renunciante.

El principal partido opositor ha visto crecer sus simpatías tras la fractura en el partido oficial. Sin embargo, ese factor no despeja totalmente su camino como para asegurar que será el nuevo polo de poder en la nación a partir del 16 de agosto.

Las fuerzas del expresidente del partido oficialista se agruparon y se presentan como una opción diferenciadora. Pese al fuerte liderazgo que la encabeza, es de todas formas un proyecto nuevo y construye su nicho.

La prueba más cercana para todos es el próximo 16 de este mes, cuando se celebran las elecciones municipales, en las cuales el partido oficial dice que tiene aseguradas más del 70% de las alcaldías. Asume ese evento como definitorio de las elecciones presidenciales de mayo.

La cita de este mes es una prueba para una oposición energizada que muestra más vocación de poder. También tensa los pujos de la nueva fuerza política.

Lo que está a la vista es una fuerte competencia entre tres polos. Uno dominante, otro en ascenso y un tercero emergente. De nuevo, no se advierte que los grupos minoritarios tengan una participación fundamental fuera de los bloques de alianza.
La pelea será entre grandes.

En todo esto, el elemento resaltante es que desde cualquier dirección en que se mire el proceso, estamos ante una nueva recomposición de fuerzas. El partidismo inicia otra etapa de redefinición.

Los pronósticos y las proyecciones no pueden ser muy certeros. Más allá de los espacios conquistados por una relación dominante, prevalece lo imponderable.

El desempeño de los actores, con sus destrezas y limitaciones, fortalezas y debilidades, como siempre, decidirá el destino del poder.

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