Las pérdidas y el dispendio de alimentos constituyen uno de los más dramáticos fracasos de la humanidad, pese a que sus líderes están persuadidos de que con eso que termina en los vertederos se puede alimentar a más de dos mil millones de personas.

La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), concibe las pérdidas como “la disminución de la masa disponible de alimentos para el consumo humano en las fases de producción, post-cosecha, almacenamiento y transporte”. Y el desperdicio como “las pérdidas derivadas de la decisión de desechar los alimentos que todavía tienen valor y se asocia principalmente con el comportamiento de los vendedores mayoristas y minoristas, servicios de venta de comida y consumidores”.

En ese proceso se verifican toda clase de irracionalidades. Las organizaciones privadas o públicas involucradas en la materia no encuentran formas eficientes para atenuar las pérdidas o el dispendio, mediante la implantación de canales orientados a ese fin.

De acuerdo con Raúl Benítez, Representante Regional de la FAO para América Latina y el Caribe, la pérdida o el desperdicio de entre un cuarto y un tercio de alimentos, que es lo que ocurre en el mundo, “equivale a cerca de mil 300 millones de toneladas de alimentos, que incluye el 30% de los cereales, entre el 40 y el 50% de las raíces, frutas, hortalizas y semillas oleaginosas, el 20% de la carne y productos lácteos y el 35% de los pescados”. Ya vimos cuántas personas podrían ser alimentadas con tan voluminosa cantidad de bastimentos.

Eso es lo que ocurre de manera general, pero en los planos privados, no sobra preguntarse, cómo podemos los ciudadanos simples contribuir a evitar las pérdidas o el dispendio de los alimentos, tan necesarios para la vida.

¿Cómo manejamos los alimentos que llegan a nuestras casas? ¿Qué tan racionales somos para evitar las pérdidas o el dispendio, cuando hay tantas personas que sufren hambre?

A veces podemos lograr una sobreproducción de alimentos en los huertos familiares o acumular en exceso en las despensas, sin certeza de que serán utilizados, hasta que llega la fecha de vencimiento o el simple deterioro.

Oportuna y conscientemente podemos regalarlos y evitar que terminen en el basurero.

Manos solidarias podrían evitar este tipo de dispendio.

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