Ayer tembló otra vez la tierra en Puerto Rico, un sismo de 5.2 grados que se suma a los otros dos de esta semana, más las réplicas que aterrorizan a sus pobladores.

Imaginemos el estado de ánimo de los hermanos puertorriqueños, donde ya hay más de 2,000 personas en albergues, cerca de un millón sin electricidad y la caída del servicio de agua potable en muchos sectores. Una situación desastrosa.

Al menos, solo una persona murió y diez resultaron heridas con el sismo de magnitud 6.4, el segundo de esos eventos, pero decenas de viviendas e infraestructuras públicas han sido dañadas, lo que llevó al gobierno de Estados Unidos a declarar la isla en estado de emergencia.

Es inevitable que pensemos en el drama vivido por los puertorriqueños en 2017, cuando fueron azotados por el huracán María, que dejó centenares de familias fuera de sus hogares. Vivienda y carreteras destruidas y desplome del servicio eléctrico. Al momento de este terremoto todavía algunos sectores no tenían servicio eléctrico. Pero antes de 2017, Puerto Rico vivió una sequía extrema.

Todo ocurre después de un agravamiento de las condiciones económicas de la isla, lastrada por una deuda prácticamente impagable y más recientemente, estremecida por una crisis de gobernabilidad que condujo a una relativa inestabilidad en el funcionamiento de las instituciones.

Los temblores no sólo provocan daños físicos, destrucciones y deterioro de los servicios, pero lo peor son las angustias y sinsabores de las personas por las recurrentes réplicas de los sismos y las secuelas.

Al menos 43 réplicas, algunas de magnitud de 3.0 y eso no sólo afecta el ánimo de las personas. Dificulta el programa de restauración de los servicios.

En ese cuadro nos vislumbramos los dominicanos, a unas escasas millas de Puerto Rico. Nos vemos en su sufrimiento, en su dolor e inquietos porque somos parte de una misma región, sólo separados por el mar Caribe, unidos por una plataforma marina común.

En 2010 Haití sufrió su dolorosa tragedia. Ahora Puerto Rico. República Dominicana, con sus fallas tectónicas, también está bajo amenaza.

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