El distrito nacional, los municipios y los distritos municipales son la base del sistema político administrativo local, dice la Constitución de la República. Son personas jurídicas de derecho público, responsables de sus actuaciones, gozan de patrimonio propio, de autonomía presupuestaria, con potestad normativa, administrativa y de uso de suelo, fijadas de manera expresa por la ley y sujetas al poder de fiscalización del Estado y al control social de la ciudadanía.

Y siendo así, el municipio es una institución importantísima a la que no siempre se le da la importancia debida, especialmente cuando se trata de territorios pequeños con escasos recursos. Y las personas responsables de manejarlo se suponen dotadas de las necesarias capacidades y virtudes ciudadanas.

Pero la actual campaña adolece en general de un alto déficit de información y conocimiento hacia la ciudadanía acerca de quiénes serán sus próximas autoridades. Lo anterior no aplica en todo su sentido a las principales urbes, pero resulta crítico en la generalidad de los municipios medianos y pequeños y en la mayoría de los distritos municipales.

Esa realidad, vinculada al escaso desarrollo de la cultura democrática y a la débil comprensión del valor de los gobiernos locales, se acrecienta por el cuestionable papel de los partidos como vías de elección de los mismos y la instrumentación de la campaña de parte de quienes persiguen la presidencia de la República.

Eso ha dado lugar a una campaña nada municipal. Ha sido un escenario único de promoción de candidatos presidenciales que desplazan a los aspirantes locales. Y como consecuencia de ello, la ciudadanía desconoce las propuestas al gobierno local. Votará simplemente por los colores o los partidos que los sustentan.

Puede elegirse a cualquiera, siempre que sea el candidato del partido predominante en el lugar. Los candidatos a las alcaldías y juntas distritales podrán ser conocidos, pero el resto de las autoridades locales a elegir, regidores o vocales, serán un simple resultado de la fuerza predominante.

En un proceso de esa naturaleza, reelegiremos la degradación del gobierno local y los problemas que acarrean liderazgos incompetentes, incapaces de valorar correctamente el desarrollo del territorio y la calidad de vida de su gente. Que se va al gobierno a servir, y no a servirse.

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