Hoy es el día más corto del año y el inicio oficial del invierno
Hoy es el día más corto del año y el inicio oficial del invierno

El 21 de diciembre marca el comienzo del solsticio de invierno en el Hemisferio Norte, que es donde está ubicado nuestro país y el resto de las naciones situadas por encima del Ecuador.

El término, que no es muy común en el habla coloquial, deriva del latín solstitium, que significa sol quieto, un tiempo en que las noches son más largas y los días se acortan.

A través de la historia su llegada ha sido recibida con diferentes rituales y festejos, sobre todo porque en los países fríos es un período de nevadas que impedían cultivar la tierra y obligaban a las comunidades a permanecer encerradas la mayor parte del tiempo y a sobrevivir con lo que habían logrado guardar de sus cosechas.

Y como el solsticio de invierno comienza apenas unos días antes de la Navidad, la tradición del arbolito tiene su origen precisamente en que las mujeres guardaban frutas que desecaban en la primavera para colgarlas de un árbol en la Nochebuena, como una forma de agradar a Dios para que las próximas siembras trajeran abundancia.

En ese enorme paisaje de contrastes que es el planeta Tierra, el solsticio tiene características bien diferenciadas para cada región; mientras en unas el frío y la nieve se apoderan del entorno, en las islas del Caribe apenas hace menos calor y los días se tornan más agradables.

De ahí que el mentado invierno es para nosotros casi un mito que observamos en noticieros, en estampas de libros o en descripciones literarias, porque ese período del año también inspira a los poetas, casi tanto como la primavera.

La hermosa y sensitiva escritora uruguaya Delmira Agustini escribió alguna vez: “…Y yo te amo invierno, yo te imagino viejo/ yo te imagino sabio/ con un divino cuerpo de mármol palpitante/ que arrastra como un manto regio/ el paso del tiempo”…

Este período que forma parte de un ciclo que los pueblos antiguos relacionaban con muertes y resurrecciones, para los que vivimos en este mundo tecnologizado, regido por la ciencia y el conocimiento, debiera ser un tiempo de balances, de proyectos, de reencuentro con nosotros mismos para luego reconocernos en las personas que amamos, un ritual necesario para insuflarle a nuestra realidad una cuota de sueños, su necesaria dosis de ilusiones, acaso un poco de poesía para acercarnos mejor a la belleza de las cosas y al disfrute de los afectos.

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