No se puede pasar la página del fenómeno atmosférico del pasado viernes, con saldo de ocho personas fallecidas y cuantiosos daños materiales, sin hacer acopio de sus enseñanzas.
Una primera lección, que mencionaremos tangencialmente debido a que desde el Gobierno están negados a tomar conciencia, es la necesidad de reforzar un sistema de alerta temprana con al menos cinco radares Doppler, 200 estaciones meteorológicas automáticas y elevar a Meteorología de Oficina a Instituto o a Dirección, por razones que sobraría explicar.
Para un análisis y evaluación exhaustiva de lo ocurrido, quizá convendría convocar a expertos y tomar de epicentro al Observatorio de Cambio Climático y Resiliencia del Intec, por tratarse de la principal plataforma de conocimiento que actúa en interrelación con otros sectores de la sociedad.
Lo del viernes se puede repetir en cualquier lugar del país, por lo que el aviso que nos ha dado es que no podemos seguir viviendo de espaldas a cuestiones como la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, al cambio climático y al calentamiento global.
Son temas cuyos resultados no se verán en años y no dejan rédito político inmediato, como lo del drenaje pluvial, pero nuestros hijos y nietos lo agradecerán, por lo que valdría la pena que los gobiernos, con sentido de continuidad del Estado, los coloquen entre sus prioridades.
Otros puntos que ameritan esfuerzos de largo alcance, que no aportan votos pero el diluvio del viernes nos los recordó como tarea pendiente, son el ordenamiento territorial y una política integral de manejo de residuos sólidos que establezca responsabilidades.
Es momento de respuestas específicas, con énfasis en la prevención, la educación ciudadana y un régimen de consecuencias con sanciones a los que lanzan desechos en las calles.
Hay que abordar los retos que nos ha planteado el diluvio y pausar la rebatiña que predomina en la agenda nacional, no solo atribuible a los políticos.
La parte sana de la sociedad, en la que abunda gente que apoyaría este tipo de causa sin pretender protagonismo ni pasar factura, debiera dar un paso al frente.