Escabrosos pasajes

La vida liviana, fenómeno de estos tiempos, puede caracterizarse por comportamientos con tendencias extremas, extravagancias acompañadas de exposiciones rutinarias a través de las redes sociales.

La vida liviana, fenómeno de estos tiempos, puede caracterizarse por comportamientos con tendencias extremas, extravagancias acompañadas de exposiciones rutinarias a través de las redes sociales.

Quienes “se dan” esas formas se perciben bajo estados de encantamientos, convencidos de que lo pueden todo, y eso frecuentemente conlleva a tragedias, sea al frente del volante bajo los efectos del alcohol o dominados por los más bajos instintos, en busca de dinero, destrozando vidas como pérfidos asesinos a cuentas de terceros.

¿Qué ha llevado a estos escenarios? Probablemente falsas percepciones fundadas en ignorancia supina, en una miseria existencial, al margen de mínimos valores humanos. Silvestres, en suelos donde no crece ni la mala yerba.

Agréguese el extendido empeño en ser público. La intimidad convertida en un valor escaso. Todo el mundo quiere darse a conocer, no importa de qué forma.

La gente no sólo disfruta el momento. Las comidas, los tragos, todo lo que se pueda considerar goce. Nada ha ocurrido si no es transferido a las redes sociales. Sea en grupos o entornos limitados, o al público en general.

La publicidad de las cosas impacta también el trabajo y a buena parte de los profesionales, que en muchísimos casos se desentienden de lo atinente al fuero interno y al secreto profesional, que es parte de la responsabilidad que entraña el ejercicio de una facultad concedida. Y así, se llevan de encuentro los derechos a la dignidad de las personas, la intimidad y el honor. Lo que antes podía ser un caso propio para la investigación o el estudio, ahora se socializa para el entretenimiento. O la maldad. ¡Cuántas atrocidades!

Considerarán que todo eso es nada, si la vida, que es el bien más preciado, el mayor de todos los derechos, se la vuelan a cualquiera por unos pesos más. O graciosamente, a mano de policías o delincuentes, por cualquier insignificancia.

Son escabrosos pasajes. Cuando las salvajes tragedias parecen nada y los hechos más absurdos parecen propios de la vida común. Horrores en tiempo real. Cualquiera no desearía creerlos, pero son reales. Es la vida liviana, al nuevo estilo dominicano.

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