La gesta restauradora de la soberanía de la República Dominicana fue una página de trascendencia continental, dijo el antillanista y Ciudadano de América Eugenio María de Hostos.

Y para el historiador Juan Daniel Balcácer, una guerra social y de liberación nacional de la que emergió un pueblo con inmensa fe en el porvenir, convencido de que es capaz de enfrentarse a cualquier poder de la tierra para defender su autonomía.
Recordar esa epopeya hoy, cuando se cumplen 158 años, es mantenerla viva en la memoria histórica del pueblo.

Rendir tributo y venerar a sus protagonistas es cumplir con el compromiso de educar a las nuevas generaciones sobre este conflicto social, el que para la mayoría de nuestros historiadores es el de mayor significación en los anales de la República
Dominicana.

Fue Cicerón quien dijo que dar continuidad a algún hecho significativo, “es luz de verdad y vida de la memoria”.
Dar vida a Gregorio Luperón, a Ulises Francisco Espaillat, Gaspar Polanco, Santiago Rodríguez y a los demás próceres, es garantizar que permanezcan en la memoria del dominicano, una necesidad vital en estos tiempos cuando propulsores de culturas foráneas pretenden que perdamos nuestra esencia y tratan de desdibujar y hacer una caricatura del concepto de Patria.
Si bien es cierto que las realidades del mundo actual no son las de antes ni las ideas predominantes hoy son ni someramente las de aquellos tiempos, tampoco es menos cierto que los pueblos tienen su cultura, creencias e idiosincrasia que ninguna modernidad podrá borrar, so pena de envilecer y renegar de su pasado glorioso.

No permitamos que desaparezcan nuestros héroes y mártires; no aceptemos que sean enterradas ni sustituidas las fechas históricas, tengamos siempre presente que los pueblos que olvidan su pasado están condenados a repetir los mismos errores.
¡Loor a los Restauradores! Y en honor a ellos reivindicamos lo que sentencia el Acta de Independencia de septiembre de 1863: “A un pueblo que por algún tiempo ha gustado y gozado su libertad, no es posible sojuzgársele sin el exterminio del último de sus hombres”.

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