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La gravísima situación que se vive en Haití se puede definir como un conflicto armado interno, así lo afirmó el canciller dominicano Roberto Álvarez durante su participación de este miércoles en la reunión trimestral del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).

Esto que puede leerse como un simple enunciado entraña en realidad un conjunto de problemas gravísimos, como la violencia armada, secuestros, violaciones, asesinatos, asaltos y una inseguridad permanente que se extiende por todo el territorio ante la pasividad de un Estado inexistente y el crecimiento de las bandas armadas que controlan prácticamente todo el territorio de Haití.

Lo que el canciller dominicano ha señalado ante la ONU, por enésima vez, es la indiferencia de la comunidad internacional ante esa catastrófica situación que todavía “no ha logrado conmover o sensibilizar a quienes deben tomar las decisiones en apoyo a los haitianos”.

Y cuando decimos por enésima vez, es porque resultan incontables las ocasiones en las que la voz de la República Dominicana se ha alzado en todos los foros para reclamar la intervención internacional en ese territorio.

Esta situación tiene cada vez más graves consecuencias para la República Dominicana, porque dispara la emigración irregular y obliga a nuestro Estado a redoblar la vigilancia en la frontera y a reforzar los controles sanitarios para evitar el ingreso del cólera y otras enfermedades endémicas.

El canciller dominicano advirtió también ante la ONU: “Estamos presenciando la disolución del Estado haitiano”, y no se equivoca porque esa estructura gobernante o no existe o ya no tiene ninguna capacidad de respuesta ni mucho menos de control ante la violencia armada que se adueña de las calles y de los barrios.

Por un lado, el reciente Informe de la ONU para el Delito y la Droga resalta que el accionar de las pandillas y el tráfico de drogas en Haití han llegado a niveles impensables, por otro, grupos de habitantes hastiados hacen justicia por mano propia: en acción barbárica, trece integrantes de bandas armadas fueron quemados vivos por una turba enardecida.

Ojalá que la comunidad internacional reaccione cuanto antes, algo que los propios haitianos reclaman a gritos, porque este gravísimo estado de cosas es una amenaza para la paz social de la República Dominicana.

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