El pasado jueves 9 de diciembre las agencias reportaron el vuelco de un tráiler que transportaba migrantes hacia EE. UU. en el kilómetro 9 de la carretera Tuxtla- Chiapas de Corzo, en México.

En ese vehículo viajaban hacinados alrededor de 160 migrantes de países centroamericanos, trasladados en dos cajas; el reporte preliminar fue de 55 fallecidos y 105 lesionados.

No resulta extraño para nadie que habite en estas tierras que en ese transporte viajaran varios dominicanos, porque la pobreza y falta de oportunidades que se abate sobre los pueblos centroamericanos se deja sentir también por estos predios, y esas personas se aventuran en busca de una supuesta tierra prometida.

Las migraciones han ocurrido desde los comienzos de la historia y la humanidad debe su evolución en gran medida a ese fenómeno.
Dieciocho siglos antes de Cristo los judíos emigraron a Egipto, volvieron a emigrar después, guiados por Moisés hacia Palestina y ese largo viaje ha hecho posible la historia que conocemos a través de la Biblia.

En nuestros días, como en el comienzo de la humanidad, las causas de las migraciones son las mismas, la desigualdad, la pobreza, la miseria y el hambre, las privaciones a las que élites depredadoras de los países subdesarrollados someten a sus poblaciones.

Como sucede casi siempre en estos casos, las autoridades, las embajadas, la policía, todos se enteran después que la desgracia ha ocurrido, el conductor del tráiler huyó y posiblemente nunca será encontrado, tampoco se sabrá quiénes son los organizadores de ese viaje ilegal y nadie se hará responsable de todas esas muertes.

El migrante rechazado en todas partes no siempre es el “ilegal”, sino el pobre que busca una mejor vida, el que pertenece a los 750 millones de seres humanos que apenas sobreviven.
Ese “leproso del siglo XXI” que a nadie importa, debiera empezar a preocuparnos ahora, cuando resuenan las palabras del papa Francisco: “Al mostrar interés por ellos, nos interesamos también por nosotros, por todos (…) escuchándolos, también damos voz a esa parte de nosotros que quizás mantenemos escondida porque hoy no está bien vista”.

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