El reciente proceso municipal podría ser una fuente importante para el desarrollo de nuestros torneos electorales y el sistema democrático, siempre y cuando se recojan con objetividad y sinceridad sus enseñanzas.

Lo que hasta ahora se ha visto de parte de los partidos y movimientos que intervinieron, es que resultó bueno según los resultados obtenidos, pero desde ese litoral, entonces, no saldrá nada enriquecedor de próximos procesos.

Un ejemplo es el nivel de abstención, con sus múltiples interpretaciones y manejo arbitrario de las cifras, unos para que parezcan altas y otros para que se vean bajas.

Ese camino solo conduce a tapar una realidad que llama con urgencia a la reflexión, como lo hizo la Misión de Observación Electoral de la Organización de los Estados Americanos (MOE/OEA) en su informe preliminar, que contrastamos con el de julio de 2020 sobre las municipales de ese año, para comprobar que casi no estamos avanzando.

Lo que dicen la OEA y otros observadores nacionales e internacionales sobre proselitismo en las inmediaciones de los centros de votación, compra de votos y asedio a los votantes no se puede soslayar.

Lo mismo que la abstención, que solo ha servido para rejuegos justificativos de nuestros políticos, pero para la OEA es preocupante esa baja participación, por lo que insta a tomar medidas para revertir esa desconexión entre representantes y representados.

Hay otros dos aspectos importantes de los informes de 2020 y 2024 de la OEA, y son los relativos a delitos electorales y la diligencia con la que la JCE debiera atender reclamos y denuncias.

Sobre lo primero, se activó a último momento una procuraduría carente de medios materiales, logísticos y de independencia frente al poder político, casi sin autonomía y sin presupuesto suficiente.

Lo de que la JCE responda a tiempo los reclamos y denuncias, encuentra su respuesta en la lentitud y hasta parquedad ante las denuncias de uso de recursos del Estado en la pasada campaña.

Finalmente, los partidos pueden continuar actuando igual, pero solo una vigorosa reacción de la sociedad evitaría que dentro de tres meses estemos cantando unos y llorando otros, por la baja participación, por la compra de voluntades, por el proselitismo alrededor de las urnas y porque la democracia y el sistema electoral hayan perdido otra oportunidad de avanzar y fortalecerse.

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