La República Dominicana fue gobernada durante dieciséis años corridos por el Partido de la Liberación Dominicana (PLD) y en cada uno de los períodos se expresaron votos y determinaciones de combatir o hasta eliminar la fuente de mayores preocupaciones de los dominicanos: la violencia, que es el factor que más estimula la inseguridad ciudadana.
Muchas iniciativas y búsqueda de remedios, que a decir verdad, no pudieron asestar golpes consistentes, porque demoledores quizás sean imposibles, a la violencia criminal, y así hemos visto cómo por largos períodos persisten los temores.

Es un problema con causales, discutidos largamente. Con la presencia del coronavirus, las familias, recogidas, percibieron que la criminalidad dejó de ser en alguna medida fuente de espanto. Las limitaciones impuestas por el toque de queda probablemente contribuyeron a estimular ese temperamento.

Pero en las últimas dos semanas han ocurrido hechos inquietantes. El asesinato de Ruddy Quezada, en Villa Aura, Santo Domingo Oeste, la semana pasada, el dominicano que había regresado de Estados Unidos con una fortuna adquirida por indemnización, y el sábado pasado, la muerte de Julio César Rodríguez Paula, un antiguo profesor que vino de retiro, atacado junto a su esposa, que resultó herida, en el distrito municipal de Canca la Piedra en Tamboril, Santiago, tienen que llamar la atención de las autoridades.

El ministro de Interior y Policía Jesús –Chu- Vásquez, que ha confesado su entrega a la prevención de la violencia y el crimen, tiene ante sí indicadores de lo que podría ser un rebrote de la violencia sistemática con la cual los dominicanos hemos aprendido a sobrevivir.

Hizo bien con encomendarse a Dios durante una misa a propósito del inicio de su gestión. Esperemos que el Señor lo escuche, porque los violentos continúan generando desasosiego.

La relativa disminución de la inseguridad de que se habla en estos días probablemente esté asociada al período especial que atravesamos.

Las autoridades tendrán que emplearse más a fondo para lograr el sueño ansiado de todos: la creación de un clima de seguridad para quienes habitan la República. Como van las cosas, parecería demasiado, pero es lo menos a que tienen derecho a aspirar todos aquellos que aman la vida.

Seguridad ciudadana es más que dos palabras.

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